Página 51 - La Temperancia (1976)

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El alcohol y las personas de responsabilidad
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que lo estaba para recibir la ofrenda de los hijos de Aarón, quienes
ofrecieron incienso con fuego extraño.
Dios no ha cambiado. Es tan específico y exacto en sus requeri-
mientos hoy como lo era en los días de Moisés. Pero en los santuarios
dedicados hoy día al culto, junto con los cantos de alabanza, las ora-
ciones y la enseñanza desde el púlpito, no hay tan sólo fuego extraño,
sino corrupción abierta. En vez de ser predicada la verdad con la
santa unción que proviene de Dios, se la presenta estando bajo la
influencia del tabaco y la bebida. ¡Fuego extraño, por cierto! Se
presentan la verdad y la santidad bíblica a la gente, y se ofrecen a
Dios las oraciones ¡mezcladas con el hedor del tabaco! ¡Incienso tal
es lo que más agrada a Satanás! ¡Qué engaño terrible! ¡Qué ofensa
para Dios! ¡Qué insulto para Aquel que es santo y habita en luz
inaccesible!
Si las facultades de la mente estuvieran en un saludable vigor,
los cristianos profesos discernirían la inconsecuencia de un culto tal.
Como en el caso de Nadab y Abiú, sus facultades están tan embo-
tadas que no hacen diferencia entre lo sagrado y lo profano. Cosas
santas y sagradas son rebajadas al nivel de su aliento contaminado
por el tabaco, de sus cerebros ofuscados, de sus almas mancilladas,
contaminadas por la complacencia del apetito y la pasión. Profesos
cristianos comen y beben, fuman y mastican tabaco, convirtiéndose
en glotones y borrachos, para complacer el apetito, ¡y todavía hablan
de vencer como Cristo venció!—
Redemption; or the Temptation of
Christ in The Wilderness, 82-86
.
Se necesitan dirigentes con mentes claras
—¿Qué pasa con
nuestros legisladores y nuestros hombres del foro? Si era necesario
que los ministros de las cosas sagradas tuviesen mentes claras y
dominio completo de su razón, ¿no es también importante que los
que hacen y ejecutan las leyes de nuestra gran nación tengan sus
facultades despejadas? ¿Qué diremos de los jueces y jurados, en
cuyas manos está el disponer de la vida humana, y cuyas decisio-
nes pueden condenar al inocente o dejar sueltos en la sociedad a
los criminales? ¿No necesitan ellos tener el pleno dominio de sus
facultades mentales? ¿Son ellos temperantes en sus hábitos? Si no lo
son, no son aptos para puestos de tanta responsabilidad. Cuando los
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apetitos se pervierten, las facultades mentales se debilitan y existe
el peligro de que los hombres no gobiernen con justicia. La com-