Página 56 - La Temperancia (1976)

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La Temperancia
principio quedó aturdida. No comprendía la venganza escondida en
el corazón de su madre. Se negó a formular un pedido tan inhumano;
pero la determinación de esa impía mujer prevaleció. Además ordenó
a su hija que no se detuviera, sino que se apresurara a presentar su
pedido antes que Herodes tuviese tiempo para reflexionar y cambiar
de opinión. Por lo tanto, Salomé volvió a Herodes con el terrible
pedido: “Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza
de Juan el Bautista. Y el rey se entristeció mucho; pero a causa
del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso
desecharla”.
Herodes quedó atónito y confundido. Cesó su alegría desenfre-
nada y sus huéspedes se estremecieron de horror ante este inhumano
pedido. Las frivolidades y la disipación de esa noche costaron la
vida de uno de los mas eminentes profetas que alguna vez llevaran
un mensaje de Dios a los hombres. La copa embriagante preparó el
camino para este terrible crimen.—
The Review and Herald, 11 de
marzo de 1873
.
Ninguna voz para salvar a Juan
—¿Por qué no se levantó nin-
guna voz en esa concurrencia para disuadir a Herodes de cumplir
su alocado voto? Estaban aturdidos por el vino y para sus sentidos
ofuscados no había nada que debiese ser respetado.
Aunque los huéspedes reales estaban prácticamente en condi-
ciones de librarlo de las obligaciones de su juramento, sus lenguas
parecían paralizadas. Herodes mismo estaba bajo el engaño de que
debía, a fin de mantener su propia reputación, cumplir con el jura-
mento hecho bajo la influencia de la embriaguez. El principio moral,
la única salvaguardia del alma, estaba paralizado. Herodes y sus
huéspedes eran esclavos, sujetos a la más baja servidumbre por el
apetito pervertido. ...
Las facultades mentales estaban enervadas por el placer de los
sentidos, que pervertía sus ideas acerca de la justicia y la miseri-
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cordia. Satanás buscó esta oportunidad en la persona de Herodías
para instarlos a tomar decisiones apresuradas que costarían la vida
preciosa de uno de los profetas de Dios.—
The Review and Herald,
8 de abril de 1873
.
Amonestaciones divinas
—El Señor no puede soportar mucho
más a una generación intemperante y perversa. Hay muchas solem-
nes amonestaciones en las Escrituras contra el uso de las bebidas