Página 75 - La Temperancia (1976)

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El poder del ejemplo
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provechoso servicio junto al lecho del enfermo y del moribundo,
cuando su hálito ofende por estar cargado con el olor del alcohol o
del tabaco?
Mientras siga trastornando sus nervios y anublando su cerebro
con venenos narcóticos, ¿cómo podrá corresponder a la confianza
que en él se deposita como médico entendido? ¡Cuán imposible le
resultará diagnosticar con rapidez u obrar con precisión!
Si no respeta las leyes que rigen su propio ser, si prefiere sus
apetitos a la salud de su mente y cuerpo, ¿no se declara inhabili-
tado para que le sea confiada la custodia de vidas humanas?—
El
Ministerio de Curación, 95
.
Padre descalificado para las responsabilidades paternas
Padres, las horas áureas que deberíais emplear en obtener un cono-
cimiento profundo del temperamento y carácter de vuestros hijos, y
en aprender la mejor manera de tratar con sus jóvenes mentes, son
demasiado preciosas para ser despilfarradas en el pernicioso hábito
de fumar o en holgazanear en la taberna.
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La complacencia en el uso de este venenoso estimulante descali-
fica al padre para criar a sus hijos en la disciplina y amonestación
del Señor. Dios indicó a los hijos de Israel que los padres debían
enseñar a sus hijos los estatutos y preceptos de su ley cuando se
levantaran, cuando se sentaran, cuando salieran y cuando entraran.
Se presta demasiado poca atención a este mandamiento de Dios,
porque Satanás, mediante sus tentaciones, ha encadenado a mu-
chos padres en la esclavitud de hábitos indecorosos y de apetitos
perjudiciales. Sus facultades físicas, mentales y morales están tan
paralizadas por estos medios, que es imposible para ellos cumplir
con sus deberes para con sus familias. Sus mentes están tan atonta-
das por las influencias estupefacientes del tabaco o el licor, que no se
dan cuenta de su responsabilidad de criar a sus hijos para que tengan
el poder moral de resistir a la tentación, de controlar el apetito, de
ponerse de parte de lo correcto, de no ser influidos por el mal, sino
de ejercer una fuerte influencia hacia el bien.
Por la pecaminosa complacencia del apetito pervertido, los pa-
dres se ponen a menudo en una condición de excitabilidad o agota-
miento nervioso que los incapacita para discriminar entre el bien y
el mal, de dirigir sabiamente a sus hijos y de juzgar correctamente
sus motivos y acciones. Están en peligro de magnificar enormemen-