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Jesús es presentado en el templo
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presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles y
gloria de tu pueblo Israel”.
Lucas 2:29-32
.
Ana, una profetisa, “presentándose en la misma hora, daba gra-
cias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención
en Jerusalén”.
Lucas 2:38
.
Así es como Dios elige a personas humildes para ser sus testigos
y con frecuencia pasa por alto a aquellos a quienes el mundo llama
grandes. Muchos son como los sacerdotes y gobernantes judíos:
están ávidos de servirse y honrarse a sí mismos, pero piensan poco
en servir y honrar al Creador. Por lo tanto, Dios no puede elegirlos
para hablar a otros de su amor y misericordia.
María, la madre de Jesús, meditó mucho en la importante profe-
cía de Simeón. Al mirar al niño que tenía en sus brazos, recordó lo
que los pastores de Belén habían dicho y se llenó de gozo agradecido
y de luminosa esperanza.
Las palabras de Simeón trajeron a su memoria la profecía de
Isaías. Sabía que las siguientes expresiones maravillosas se referían
a Jesús:
“El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; a los que mora-
ban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.
“Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado, y el
principado sobre su hombro. Se llamará su nombre ‘Admirable
consejero’, ‘Dios fuerte’, ‘Padre eterno’, ‘Príncipe de paz’”.
Isaías
9:2, 6
.
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