Página 40 - La

Basic HTML Version

36
La Única Esperanza
En el rollo de Isaías leyó la profecía de la obra del Mesías que
había de predicar las buenas nuevas a los pobres, consolar a los
afligidos, dar vista a los ciegos, sanar a los enfermos.
Les dijo que todo esto se había cumplido ese día, porque esa era
precisamente la obra que él estaba realizando.
Al oír estas palabras los presentes se llenaron de gozo. Creyeron
que Jesús era el Salvador prometido. Sus corazones fueron conmo-
vidos por el Espíritu Santo y respondieron con fervientes amenes y
[53]
alabanzas al Señor.
Pero luego recordaron que Jesús había vivido entre ellos, como
carpintero. Muchas veces lo habían visto trabajar en el taller con
José. Y aunque sabían que sólo había realizado actos de amor y
misericordia, no quisieron creer que él era el Mesías.
Estos pensamientos abrieron el camino para que Satanás gober-
nara sus mentes. Se enojaron con el Salvador, clamaron contra él y
decidieron quitarle la vida.
Lo llevaron apresuradamente fuera de la ciudad, con la intención
de despeñarlo por el borde de un cerro. Pero los santos ángeles
estaban cerca para protegerlo. Pasó con toda seguridad entre la
multitud, y desapareció.
La siguiente vez que fue a Nazaret, la gente ya no estaba dis-
puesta a recibirlo. Entonces, salió de allí para no regresar.
Cristo trabajó por los que necesitaban ayuda, y de todo el país
acudía gente a reunirse en torno de él. Mientras los sanaba y les
enseñaba, ellos se alegraban mucho. Parecía que el cielos se había
acercado a la tierra, y la gente agradecía la gracia de un Salvador
misericordioso.
[54]