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Capítulo 12—El bien pastor
El Salvador habló de sí mismo como de un pastor y de los discí-
pulos como de su rebaño. Dijo: “Yo soy el buen pastor y conozco
mis ovejas, y las mías me conocen”.
Juan 10:14
.
Cristo dijo esto para consolar a sus discípulos, ya que pronto
los dejaría, y cuando no estuviera más con ellos, recordarían sus
palabras.
Cada vez que vieran a un pastor con su rebaño, pensarían en el
amor y el cuidado del Salvador por ellos.
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En las rocosas colinas y en los bosques de aquellas tierras el
pastor permanecía con su rebaño tanto de día como de noche, y lo
conducía a las orillas del río, donde crecía el pasto verde y delicioso.
Durante la noche protegía a las ovejas del ataque de las bestias y
de los ladrones que a menudo acechaban por las inmediaciones.
Cuidaba tiernamente de las débiles y las enfermas. Tomaba a los
corderitos en sus brazos y los llevaba junto a su pecho.
Por grande que fuera el rebaño, el pastor conocía a todas sus
ovejas. Tenía un nombre para cada una, y las llamaba por él.
Así Cristo, el Pastor celestial, cuida su rebaño que está esparcido
por el mundo. Nos conoce a todos por nuestro nombre, sabe en qué
casa vivimos y cómo se llaman sus ocupantes. Cuida de cada uno
como si no hubiera otro en todo el mundo.
El pastor iba delante de sus ovejas y hacía frente a todos los
peligros. Luchaba con las bestias salvajes y con los ladrones. A
veces el pastor moría defendiendo su rebaño.
Del mismo modo el Salvador cuida su rebaño de discípulos. Fue
delante de nosotros para enfrentar el peligro. Vivió en esta tierra
como nosotros, siendo un niño, un joven y un hombre. Venció a
Satanás y todas sus tentaciones para que nosotros también podamos
vencer.
Murió para salvarnos y, aunque ahora está en el cielo, no nos
olvida ni por un momento. Cuida con seguridad a cada una de sus
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