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Capítulo 18—Ante Anás y Caifás
Llevaron a Jesús desde el huerto de Getsemaní hasta la ciudad
dormida. Seguido de la turba ruidosa, avanzaba con dolor, porque
iba con las manos fuertemente atadas y estaba muy custodiado.
Primero fue llevado a la casa de Anás, que antes había sido el
sumo pontífice; ahora ese cargo lo ocupaba su yerno Caifás. El
malvado Anás quería ser el primero en ver cautivo y atado a Jesús
de Nazaret. Tenía la esperanza de obtener de él alguna evidencia por
la cual pudiera lograr su condenación.
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Con este propósito le hizo preguntar acerca de sus discípulos y a
sus enseñanzas. Cristo contestó:
“Yo públicamente he hablado al mundo. Siempre he enseñado
en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y
nada he hablado en oculto”.
Luego, volviéndose al inquisidor, dijo: “¿Por qué me preguntas a
mí? Pregunta, a los que han oído, de qué les he hablado; ellos saben
lo que yo he dicho”.
Juan 18:20, 21
.
Estos mismos habían puesto espías para vigilar a Cristo e infor-
mar todo lo que decía. Por medio de estos agentes conocían todas
sus declaraciones y todas sus obras. Además habían tratado de en-
tramparlo con sus palabras, con el fin de poder encontrar algo por lo
cual condenarlo. Por eso el Salvador dijo: “Pregunta a los que han
oído”. Es decir, escucha a tus espías, ellos han oído todo lo que yo
he dicho y pueden decirte cuáles son mis enseñanzas.
Las palabras de Cristo habían sido tan escrutadoras y directas que
los sacerdotes sintieron que el preso estaba leyendo sus pensamientos
más íntimos.
Pero uno de los siervos de Anás, pensando que su amo no era
tratado con el respeto debido, hirió a Jesús en el rostro, diciendo:
“¿Así respondes al Sumo sacerdote?”
Juan 18:22
.
Jesús le dijo suavemente: “Si he hablado mal, testifica en qué
está el mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas?”
Juan 18:23
.
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