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Pilato defiende a Jesús
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“No encuentro delito”
Pero no esperó para recibir una respuesta. El tumulto de la turba
que llegaba desde afuera de la corte de justicia había aumentado
hasta convertirse en una gritería. Siendo que los sacerdotes exigían
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una decisión inmediata, le recordaron a Pilato los intereses del mo-
mento. Entonces salió afuera y, dirigiéndose al pueblo, declaró: “Yo
no hallo en él ningún delito”.
Juan 18:38
.
Estas palabras, pronunciadas por un juez pagano, eran un severí-
simo reproche a la perfidia y la falsedad de los gobernantes de Israel
que acusaban al Salvador.
Al oír los sacerdotes y los príncipes las palabras de Pilato, su
enojo e ira no tuvieron límites. Durante mucho tiempo habían com-
plotado, esperando que se produjera esta oportunidad. Ante la pers-
pectiva de la liberación de Cristo, parecían dispuestos a hacerlo
pedazos.
Abandonaron toda razón y, al perder el discernimiento y el do-
minio propio, prorrumpieron en maldiciones, comportándose más
como demonios que como seres humanos. Se enfurecieron contra
Pilato y a gritos amenazaron con la censura del gobierno romano.
Lo acusaron de eludir la decisión de condenar a Jesús, quien, según
afirmaban, se había declarado contra el César. Entonces se pusieron
a gritar:
“Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando
desde Galilea hasta aquí”.
Lucas 23:5
.
En aquel momento Pilato no pensaba condenar a Jesús. Estaba
seguro de su inocencia. Pero cuando oyó que Cristo era de Galilea,
decidió enviarlo a Herodes, el gobernador de esa provincia, que
estaba entonces en Jerusalén. De esta manera Pilato pensó trasladar
la responsabilidad del juicio, transfiriéndola a Herodes.
Jesús estaba desfalleciente de hambre y cansado por falta de
sueño. Sufría también por el trato cruel que había recibido. No
obstante, Pilato lo entregó de nuevo a los soldados, y Jesús fue
arrastrado en medio de las burlas e insultos de la multitud enfurecida.
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