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En la tumba de José
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Ahora recordaban muchas cosas que él había expresado predi-
ciendo su resurrección. Por más que quisieran no podían olvidarlas.
Como su padre el diablo, creían y temblaban.
Todo les indicaba que Jesús era efectivamente el Hijo de Dios.
No podían dormir, porque estaban más preocupados por él ahora en
su muerte, que antes cuando vivía.
Dispuestos a hacer todo lo posible para mantenerlo en la tumba,
pidieron a Pilato que sellara el sepulcro y lo hiciera custodiar hasta
el tercer día. Pilato colocó una compañía de soldados a disposición
de los sacerdotes, y les dijo:
“Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. Entonces
ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo
la guardia”.
Mateo 27:65, 66
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