¡Ha resucitado!
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cuerpo era reclamado por Satanás, quien pretendía tener el poder de
la muerte.
Los ángeles de Satanás estaban allí para tratar de que ningún
poder arrebatase a Jesús de sus manos. Pero cuando el majestuoso
ser celestial, enviado del trono de Dios, se aproximó, con terror
huyeron del escenario.
El ángel tomó la gran piedra, que estaba a la entrada de la tumba,
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y la hizo rodar fuera como si se tratara de un guijarro. Luego, con
una voz que hizo temblar la tierra, exclamó:
“¡Jesús, Hijo de Dios, ven fuera! ¡Tu Padre te llama!”
Entonces aquel que había ganado el poder sobre la muerte y sobre
la tumba salió del sepulcro. Sobre la tumba destruida proclamó: “Yo
soy la resurrección y la vida”. La hueste de ángeles se postró en
adoración delante del Redentor, y le dio la bienvenida con cánticos
de alabanza.
Jesús salió con paso de conquistador. A su presencia la tierra se
conmovió, fulguró el relámpago y retumbó el trueno.
Un terremoto señaló la hora en que Cristo depuso su vida. Un
terremoto también indicó el momento cuando, triunfante, la volvió a
tomar.
Satanás se enojó terriblemente cuando vio que sus ángeles huye-
ron de los mensajeros celestiales. Tenía la atrevida esperanza de que
Cristo no volviera a la vida y de que el plan de redención fracasa-
ra. Pero la perdió cuando vio al Salvador salir triunfalmente de la
tumba. Entonces Satanás comprendió que su reino terminaría y que
finalmente sería destruido.
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