Página 210 - La Verdad acerca de los Angeles (1997)

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La Verdad acerca de los Angeles
en algunos casos, se anticiparán al decreto y tratarán de quitar-
les la vida antes del tiempo fijado. Pero nadie puede atravesar el
cordón de los poderosos guardianes colocados en torno de cada
fiel.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 688-689
.
Dios interviene cuando los malvados tratan de destruir a su
pueblo
El pueblo de Dios—algunos en las celdas de las cárceles, otros
escondidos en ignorados escondrijos de bosques y montañas—
invocan aún la protección divina, mientras que por todas partes
compañías de hombres armados, instigados por legiones de ángeles
malos, se disponen a emprender la obra de muerte. Entonces, en la
hora de supremo apuro, es cuando el Dios de Israel intervendrá para
librar a sus escogidos...
Es a medianoche cuando Dios manifiesta su poder para librar
a su pueblo. Sale el sol en todo su esplendor. Sucédense señales
y prodigios con rapidez. Los malos miran la escena con terror y
asombro, mientras los justos contemplan con gozo las señales de
su liberación... Nubes negras y pesadas se levantan y chocan unas
contra otras. En medio de los cielos conmovidos hay un claro de
gloria indescriptible, de donde baja la voz de Dios...
Esa misma voz sacude los cielos y la tierra. Síguese un gran
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terremoto, “cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado
sobre la tierra”.
Apocalipsis 16:18
. El firmamento parece abrirse y
cerrarse. La gloria del trono de Dios parece cruzar la atmósfera. Los
montes son movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas
quebrantadas se esparcen por todos lados. Se oye un estruendo como
de cercana tempestad. El mar es azotado con furor. Se oye el silbido
del huracán, como voz de demonios en misión de destrucción. Toda
la tierra se alborota e hincha como las olas del mar. Su superficie se
raja. Sus mismos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras.
Desaparecen islas habitadas...
Fieros relámpagos rasgan el cielo con fragor, envolviendo a la
tierra en claridad de llamaradas. Por encima del ruido aterrador de
los truenos, se oyen voces misteriosas y terribles que anuncian la
condenación de los impíos... Los que poco antes eran tan temerarios,
jactanciosos y provocativos, y que tanto se regocijaban al ensañarse