El origen del mal
31
Cristo, el Hijo unigénito de Dios, podía penetrar en la plenitud de
sus designios y que a éste le estaba encomendada la ejecución de
los grandes propósitos de su voluntad.—
Historia de los Patriarcas y
Profetas, 14-15
.
[36]
El gran Creador convocó a las huestes celestiales para conferir
honra especial a su Hijo en presencia de todos los ángeles. Este
estaba sentado en el trono con el Padre, con la multitud celestial
de santos ángeles reunida a su alrededor. Entonces el Padre hizo
saber que había ordenado que Cristo, su Hijo, fuera igual a él; de
modo que doquiera estuviese su Hijo, estaría él mismo también. La
palabra del Hijo debería obedecerse tan prontamente como la del
Padre. Este había sido investido de la autoridad de comandar las
huestes angélicas. Debía obrar especialmente en unión con él en el
proyecto de creación de la tierra...
Lucifer estaba envidioso y tenía celos de Jesucristo. No obstante,
cuando todos los ángeles se inclinaron ante él para reconocer su
supremacía, gran autoridad y derecho de gobernar, se inclinó con
ellos, pero su corazón estaba lleno de envidia y odio. Cristo forma-
ba parte del consejo especial de Dios para considerar sus planes,
mientras Lucifer los desconocía. No comprendía, ni se le permitía
conocer los propósitos de Dios. En cambio Cristo era reconocido
como Soberano del cielo, con poder y autoridad iguales a los de
Dios.
Lucifer creyó que él era el favorito en el cielo entre los ángeles.
Había sido sumamente exaltado, pero... aspiraba llegar a la altura de
Dios mismo. Se glorificaba en su propia exaltación. Sabía que los
ángeles lo honraban. Tenía una misión especial que cumplir. Había
estado cerca del gran Creador y los persistentes rayos de la gloriosa
luz que rodeaban al Dios eterno habían resplandecido especialmente
sobre él. Pensó en cómo los ángeles habían obedecido sus órdenes
con placentera celeridad. ¿No eran sus vestiduras brillantes y hermo-
[37]
sas? ¿Por qué había que honrar a Cristo más que a él?—
La Historia
de la Redención, 13-14
.
Los ángeles reconocieron gozosamente la supremacía de Cristo,
y postrándose ante él, le rindieron su amor y adoración. Lucifer se
postró con ellos, pero en su corazón se libraba un extraño y feroz
conflicto. La verdad, la justicia y la lealtad luchaban contra los celos
y la envidia. La influencia de los santos ángeles pareció por algún