Página 41 - La Verdad acerca de los Angeles (1997)

Basic HTML Version

El origen del mal
37
Dios enfrenta el desafío de Satanás
En los concilios celestiales se decidió que los principios con los
cuales se actuaría no destruirían en el acto el poder de Satanás. El
propósito de Dios era colocar todas las cosas en una base de eterna
seguridad. Se debía dar tiempo a Satanás para que desarrollase los
principios que serían el fundamento de su gobierno. El universo ce-
lestial debía contemplar el resultado de esos postulados que Satanás
consideraba superiores a los de Dios. El sistema de Dios debía ser
contrastado con el sistema de Satanás. Los principios corruptos del
gobierno de Satanás debían ser revelados. Debía demostrarse que
los principios de justicia expresados en la ley de Dios son perfectos,
inmutables y eternos.—
The Review and Herald, 7 de septiembre de
1897
.
Los ángeles leales se apresuraron a llegar hasta el Hijo de Dios
y le comunicaron lo que ocurría entre los ángeles. Encontraron al
Padre en consulta con su amado Hijo para determinar los medios por
los cuales, por el bien de los ángeles leales, pondrían fin para siempre
a la autoridad que había asumido Satanás. El gran Dios podría haber
expulsado inmediatamente del cielo a este archiengañador, pero ese
no era su propósito. Daría a los rebeldes una justa oportunidad para
que midieran su fuerza con su propio Hijo y sus ángeles leales.
En esa batalla cada ángel elegiría su propio bando y lo pondría de
manifiesto ante todos.—
La Historia de la Redención, 17
.
[45]
Lucifer llega a ser Satanás
Satanás... estaba determinado a hacer de sí mismo el centro de
influencia. Si no podía ser la más alta autoridad del cielo, sería la
más alta autoridad en rebelión contra el gobierno del cielo. Llegaría
a ser cabeza, para controlar y no ser controlado.—
The Review and
Herald, 16 de abril de 1901
.
Muchos de los simpatizantes de Lucifer se mostraron dispuestos
a escuchar el consejo de los ángeles leales y arrepentirse de su
descontento para recobrar la confianza del Padre y de su amado
Hijo. El poderoso rebelde declaró entonces que conocía la ley de
Dios, y que si se sometía a la obediencia servil se lo despojaría de
su honra y nunca más se le confiaría su excelsa misión. Les dijo que