Página 67 - La Verdad acerca de los Angeles (1997)

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Los ángeles en la era patriarcal
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Dos ángeles visitan a lot
A la caída de la tarde, dos forasteros se acercaron a la puerta
de la ciudad. Parecían viajeros que venían a pasar allí la noche.
Nadie pudo reconocer en estos humildes caminantes a los poderosos
heraldos del juicio divino, y poco pensaba la alegre e indiferente
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muchedumbre que, en su trato con estos mensajeros celestiales, esa
misma noche colmaría la culpabilidad que condenaba a su orgullosa
ciudad. Pero hubo un hombre que demostró a los forasteros una
amable atención, convidándolos a su casa. Lot no conocía el verda-
dero carácter de los visitantes, pero la cortesía y la hospitalidad eran
una costumbre en él.—
Historia de los Patriarcas y Profetas, 137
.
Los ángeles manifestaron a Lot el objeto de su misión: “Vamos
a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra ellos ha subido
de punto delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para
destruirlo”.
Génesis 19:13
. Los forasteros a quienes Lot había tratado
de proteger, le prometieron a su vez protegerlo a él y salvar también
a todos los miembros de su familia que huyeran con él de la ciudad
impía... Lot salió para avisar a sus yernos. Repitió las palabras de los
ángeles: “Levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir
esta ciudad”. Pero a ellos les pareció que Lot bromeaba...
Lleno de dolor, regresó Lot a su casa, y contó su fracaso. En-
tonces los ángeles le mandaron levantarse, llevar a su esposa y a
sus dos hijas que estaban aún en la casa, y abandonar la ciudad...
Aturdido por el dolor, se demoraba, y no podía marcharse. Si no
hubiese sido por los ángeles de Dios, todos habrían perecido en la
ruina de Sodoma. Los mensajeros celestiales asieron de la mano a
Lot y a su mujer y a sus hijas, y los llevaron fuera de la ciudad.
Allí los dejaron los ángeles y se volvieron a Sodoma para cum-
plir su obra de destrucción. Otro, Aquel a quien había implorado
Abrahán, se acercó a Lot...
El Príncipe del cielo estaba a su lado, y sin embargo rogaba por
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su vida como si el Dios que había manifestado tanto cuidado y amor
hacia él no estuviera dispuesto a seguir protegiéndole. Debiera haber
confiado plenamente en el mensajero divino, poniendo su voluntad
y su vida en las manos del Señor, sin duda ni protesta alguna. Pero
como tantos otros, trató de hacer planes por sí mismo...