Página 101 - La Voz

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El efecto de las palabras en uno mismo
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sus propias palabras. Con frecuencia, bajo un impulso momentáneo,
provocado por Satanás, expresan celos o malas sospechas, dicen
algo que no creen en realidad; pero la expresión reacciona sobre los
pensamientos. Son engañados por sus palabras y llegan a creer como
verdad lo que dijeron a instigación de Satanás. Habiendo expresado
una vez una opinión o decisión, son, con frecuencia, demasiado orgu-
llosos para retractarse, y tratan de demostrar que tienen razón, hasta
que llegan a creer que realmente la tienen. Es peligroso pronunciar
una palabra de duda, peligroso poner en tela de juicio y criticar la
verdad divina.—
El Deseado de Todas las Gentes, 290
.
La maledicencia es una doble maldición
—¿Quién no ama la
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vida y quiere vivir días buenos? Pero, cuán pocos cumplen con
las condiciones: refrenar la lengua del mal y los labios de hablar
engaño. Son pocos, los que están dispuestos a seguir el ejemplo de
humildad y mansedumbre del Salvador. Muchos piden a Dios que los
haga humildes, pero no están dispuestos a someterse a la disciplina
necesaria. Cuando llega la prueba, cuando ocurren problemas y
molestias, el corazón se rebela, y la lengua expresa palabras que son
como flechas envenenadas, o una descarga de granizos.
Maldecir tiene un efecto doble, que cae más pesadamente sobre
el que pronuncia la maldición, que sobre el que la recibe. El que
disemina semillas de disensión y lucha, cosecha en su propia alma
los frutos mortíferos. ¡Cuán miserable es el chismoso, el que supone
el mal! Es un extraño a la verdadera felicidad.—
Testimonies for the
Church 5:176
.
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