Página 104 - La Voz

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La Voz: Su Educación y Uso Correcto
comportamiento, no han aprendido de Jesús; todas estas manifesta-
ciones demuestran que todavía son siervos del maligno.—
Nuestra
Elavada Vocacion, 240
.
Educando nuestros labios
—Hagamos un pacto con Dios, de
no hablar una palabra de envidia o falta de bondad. Que sus labios no
deshonren a Dios usando palabras irritantes de queja e insatisfacción.
Eduque sus labios para alabar a Aquel de quien fluyen todas las
bendiciones.—
The Review and Herald, 1 de mayo de 1888
.
Disputas innecesarias
—A menos que estén implicados asuntos
de mucha importancia, esté listo a ceder en su propia opinión, en
lugar de crear una disputa. Aunque es posible que por su argumento
usted gane la discusión, podría poner una carga sobre otra persona,
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sobrepasando la ventaja que usted piensa que obtendría. Es muy
difícil sanar las heridas causadas por las palabras duras.
Muchas veces se preserva la paz, si se guarda la lengua. Nunca
introduzca en su conversación asuntos que produzcan conflictos,
hiriendo su propia alma y las almas de otros.—
Manuscrito 60, 1903
.
Palabras apresuradas e impacientes
—Tal vez no haya en el
uso del lenguaje error, en el cual sean tan propensos a incurrir los
jóvenes y ancianos, como el de la expresión precipitada e impaciente.
Creen que es suficiente excusa decir: “No estaba en guardia, y no
sabía en realidad lo que decía”. Pero la Palabra de Dios no trata eso
con ligereza. La Escritura dice: “¿Ves a un hombre que es precipitado
en sus palabras? Más esperanza hay de un insensato, que de él”.
“Como ciudad derribada y sin muro, es aquel que no sabe refrenar
su propio espíritu”.
En un momento, una lengua precipitada, apasionada y descui-
dada, puede hacer un daño que el arrepentimiento de toda una vida,
no podría deshacer. ¡Cuántos corazones quebrantados, amigos apar-
tados, vidas arruinadas, por las palabras ásperas y precipitadas, de
los que debieran haber prestado ayuda y consuelo!—
La Educación,
236, 237
.
Un temperamento bien regulado
—Es la “blanda respuesta” la
que “quita la ira”. La venganza nunca ha conquistado a un enemigo.
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Un temperamento bien regulado, ejerce una buena influencia a su
alrededor; pero “como ciudad derribada y sin muralla, es el hombre
sin dominio propio”.—
Testimonies for the Church 4:367, 368
.