Página 133 - La Voz

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La claridad y la pureza en la pronunciación
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La destrucción de los órganos del cuerpo
—Muchos que po-
drían ser útiles, están desgastando sus fuerzas vitales y destruyendo
sus pulmones y órganos vocales, por su manera de hablar. Algunos
ministros han adquirido el hábito de decir en forma estrepitosa lo
que tienen que decir, como si tuvieran una lección que repetir, y
tuvieran que hacerlo en la forma más rápida posible. Esta no es la
mejor manera de hablar. El ministro puede educarse a sí mismo, si
ejerce el debido cuidado para hablar en forma clara e impresionante,
no amontonando las palabras unas sobre otras, sin darse tiempo a
respirar. Debe hablar en forma moderada, para que la gente pueda
fijar las ideas en la mente, mientras él sigue adelante. Cuando el tema
se presenta en forma precipitada, los oyentes no pueden captar en su
mente todos los puntos, y no tienen tiempo de recibir la impresión,
que es tan importante que reciban; ni tampoco hay tiempo para que
la verdad los afecte, como sucedería de otra manera.—
Testimonies
for the Church 2:615, 616
.
El peligro del discurso excitante
—Cuando algunos intentan
hablar con calma, sin excitación ni gestos exagerados, se avergüen-
zan y sienten falta de libertad, porque se están refrenando de seguir
sus hábitos antiguos. Pero dejen que el viento se lleve estos senti-
mientos, que son pura excitación. Esa libertad de sentimientos, que
resultaría en una especie de suicidio, no es santificada.—
The Review
and Herald, 5 de febrero de 1880
.
El habla apasionada no es evidencia del poder de Dios
—La
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voz debiera cultivarse para mejorar su capacidad musical, para que
resulte agradable al oído e impresione el corazón...
El Señor requiere que el instrumento humano no actúe a fuerza
de impulsos cuando habla, sino que se mueva calmadamente, que
hable con lentitud, y que deje que el Espíritu Santo dé eficacia
a la verdad. Nunca penséis que estáis dando evidencia de que el
gran poder de Dios ha descendido sobre vosotros, por el hecho de
que habláis apasionadamente, por impulsos, o porque permitís que
vuestros sentimientos os induzcan a elevar el tono de vuestra voz
hasta alturas anormales...
Vuestra influencia debe ser abarcante, y vuestras facultades de
comunicación deben estar bajo el control de la razón. Cuando forzáis
los órganos del habla se pierden las modulaciones de la voz. Hay
que vencer decididamente la tendencia a hablar con rapidez. Dios