Página 144 - La Voz

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La Voz: Su Educación y Uso Correcto
hablada hará una impresión más profunda en los corazones, que la
palabra escrita.—
Carta 92, 1910
.
El cultivo correcto de la voz no es cosa de poca importan-
cia
—El agente humano debe autodisciplinarse. Dios le ha dado
[222]
poderes físicos y espirituales, y éstos deben ser constantemente cul-
tivados y mejorados. Podremos evitar en gran medida la fatiga física
si hablamos despacio, calmadamente y sin excitación.
Muchos hacen una demanda constante de los órganos vocales al
hablar. Los pulmones han sido perjudicados, y la muerte prematura
ha terminado su labor. No siempre la naturaleza soporta el abuso que
se hace contra sus leyes. Muchos las ignoran, pero con el tiempo,
ellas protestarán y castigarán al transgresor. Si estos obreros no
hicieran otra cosa más que aprender que Dios no requiere que se
agoten, y que al exigir demasiado de los delicados órganos vitales,
y acortar el período de su utilidad están deshonrando a Dios, no
cultivarían hábitos que son dañinos.
Se usa la excusa “es mi hábito; es mi manera y no puedo vencer-
lo”. ¿Tomarán en cuenta mis hermanos cómo usan los órganos del
habla en el ministerio de la Palabra? Ellos deben seguir el camino
de Dios, y no su propia voluntad. Cristo no les ha dado semejante
ejemplo en su manera de enseñar. Sus seguidores deben hacer es-
fuerzos, para vencer sus hábitos de hablar en voz alta. Esto daña la
melodía de la voz humana.
Dios propone que los que ministran en palabra y doctrina, sean
educadores en la correcta manera de enseñar. Deben erguirse delante
de la gente como representantes de Dios, mostrando que aprecian
los preciosos dones que Dios les ha dado. Deben usar sus órganos,
pero no abusar de ellos. No deben presentar la ciega y tonta excusa:
[223]
“Este es mi hábito; no puedo vencer estos defectos”. No deben seguir
abusando de los poderes que Dios les ha dado para el desarrollo su-
perior, y por sus hábitos imperfectos, retraerse del bien que pudieran
hacer. El Señor ayudará a los que determinen vencer estos rasgos
equivocados, cuando presenten su mensaje al mundo.
Este asunto ha sido tratado con demasiada ligereza. Merece la
más solemne consideración, y debe profundizar el sentido de res-
ponsabilidad en cada persona que sea portavoz de Dios, predicando
la palabra de vida a la gente. Los ministros de Dios deben estudiar,