Página 155 - La Voz

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La sencillez y la claridad
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No encontrarán tiempo para relatar anécdotas; no se esforzarán
por llegar a ser oradores que se remonten tan alto que no puedan
llevar a la gente consigo, sino que en lenguaje sencillo, con fervor
conmovedor, presentarán la verdad tal como es en Jesús.—
Mensajes
Selectos 1:184
.
La futilidad de los discursos intelectuales ante la ignorancia
de las masas
—Los predicadores deben presentar la verdad de una
manera clara y sencilla. Hay entre sus oyentes, muchos que necesi-
tan una clara explicación de los pasos requeridos en la conversión.
La ignorancia de las masas en lo referente a este punto, es mayor
de lo que se supone. Entre los universitarios, oradores elocuentes,
estadistas capaces, hombres de altos cargos de confianza, hay mu-
chos que dedicaron sus facultades a otros asuntos, y descuidaron las
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cosas de mayor importancia. Cuando los tales forman parte de una
congregación, el predicador pone a menudo a contribución todas sus
facultades, para predicar un discurso intelectual, y deja de revelar a
Cristo. No demuestra que el pecado es la transgresión de la ley. No
presenta claramente el plan de salvación. Podría haber conmovido el
corazón de sus oyentes mostrándoles a Cristo muriendo, para poner
la redención a su alcance.—
Obreros Evangélicos, 179
.
La importancia de obedecer los mandamientos de Dios
Tan claramente ha de ser presentada la verdad, que ningún transgre-
sor que la oiga tenga excusa, para dejar de discernir la importancia de
la obediencia a los mandamientos de Dios.—
Obreros Evangélicos,
154
.
Sermones claros y bien definidos
—Si usted tiene la gracia es-
timulante de Cristo para impartir energía a sus movimientos, pondrá
fervor en sus sermones. Su tema será claro y estará bien definido
en su mente. Sus observaciones no deben ser largas, ni tampoco
debe hablar con vacilación, como si usted mismo no creyera lo que
dice. Debe vencer cualquier vacilación por pequeña que sea, y los
movimientos lentos e indecisos, y aprender a ser un hombre preciso.
Los temas que muchos de nuestros pastores presentan ante el
público son argumentos medianamente conectados, sin la claridad y
la fortaleza que debieran tener.—
The Review and Herald, 6 de abril
de 1886
.
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Sin adornos artificiales
—Dios pide que los ministros del Evan-
gelio, no traten de engrandecerse introduciendo adornos artificiales