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La Voz: Su Educación y Uso Correcto
en sus discursos, que no busquen la alabanza y los aplausos huma-
nos, y que no ambicionen una vana manifestación de intelectualidad
y elocuencia... Cuanto más claramente comprendan a Cristo los mi-
nistros y aprehendan su espíritu, con tanto mayor poder predicarán
la verdad sencilla de la que Cristo es el centro.—
El Evangelismo,
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.
Se ora poco y se estudia demasiado
—[Los ministros] perjudi-
can la obra, perjudican el efecto de la verdad que ellos defenderían,
cuando sobrecargan tanto un discurso y presentan tantas cosas a
la vez que la mente de los oyentes no siempre puede apreciar, ni
seguir. Tendrían más éxito en sus labores si trataran de fijar uno
o dos puntos en la mente de los oyentes, que sean puntos de vital
importancia, instándolos e insistiendo en el peligro de rechazar la luz
acerca de esos puntos. Que los oyentes comprendan claramente la
fuerza de cada punto, exhortándolos entonces a tomar una decisión.
Se me mostró que el tiempo que se dedica a tanta lectura y
estudio, es a veces, peor que desperdiciado. Una gran parte del
tiempo empleado en los libros y el estudio debiera emplearse en
la oración, pidiéndole a Dios sabiduría celestial, para tener fuerza
y poder para que la verdad, que ellos entienden bien, brille ante
la gente en su claridad y belleza armoniosa. Se dedica muy poco
tiempo a la oración secreta y a la meditación en las cosas sagradas.
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El anhelo de los siervos de Dios debiera ser recibir la santa unción,
y estar revestidos con la salvación, para que lo que predican pueda
alcanzar los corazones. El tiempo es tan corto y son tan pocos
los ministros de estos últimos días, que debieran poner toda sus
energía en la obra, y mantenerse en estrecha relación con Dios y
los santos ángeles, para que su predicación sea poderosa—un poder
apremiante, que atraiga a toda alma honesta que ama la verdad hasta
que la acepte.—
Manuscrito 7, 1863
.
Las enseñanzas del Adalid de los pastores
—El domingo a las
11 a.m., el hermano Wilson, de Nueva Zelandia, presentó un prove-
choso discurso, hermoso en su sencillez, y sin pizca de vulgaridad.
Mientras más sencillo y simple sea un discurso, más representará
la enseñanza de los subpastores, la enseñanza del Adalid de los
pastores.—
Carta 82, 1895
.
El peligro de elevarse muy alto
—El predicador debe esforzar-
se, por llevar la comprensión y las simpatías de la gente consigo. No