Página 179 - La Voz

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La brevedad
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prepararse, sus sermones son irrazonablemente largos, y es igual-
mente imposible extraer algo de ellos, que retenga la memoria”.
A otro ministro capaz se le preguntó qué longitud estaba acos-
tumbrado a dar a sus sermones. “Cuando me preparo cabalmente,
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media hora; cuando estoy tan sólo parcialmente preparado, una hora;
pero cuando ocupo el púlpito sin preparación previa, continúo ha-
blando durante cualquier extensión de tiempo que queráis; de hecho,
nunca sé cuándo detenerme”.
He aquí otra declaración llena de fuerza: “Un buen pastor—dice
un escritor—, debe tener siempre abundancia de pan en su bosquejo,
y su perro en sujeción. El perro es su celo, al cual debe manejar, dar
órdenes y moderar. Su bosquejo lleno de pan es su mente llena de
conocimiento útil, y siempre debe estar listo para dar alimento a su
rebaño”.—
El Evangelismo, 132, 133
.
Un gasto innecesario de la fuerza y la vitalidad
—Hay quie-
nes oran demasiado extensamente en voz demasiado alta, lo que
agota mucho su debilitada fuerza y gasta innecesariamente su vitali-
dad; otros hacen muchas veces sus discursos una vez y media más
largos de lo que debieran ser. Al hacerlo, resultan muy aburridos,
el interés de la gente disminuye antes de que termine el discurso,
y se pierde mucho, porque ellos no pueden retenerlo. Hubiera si-
do mejor, haber dicho la mitad de lo que se dijo. Aunque todo el
tema sea importante, el éxito sería mucho mayor si la oración y la
presentación fuera más corta. El resultado sería alcanzado sin tanto
cansancio. Usan innecesariamente la fuerza y vitalidad, que tanto
necesitan retener, por el bien de la causa. Lo que desgasta y causa
agotamiento es el prolongado esfuerzo realizado, después de trabajar
hasta el cansancio.—
Testimonies for the Church 2:116, 117
.
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Las oraciones largas no forman parte del evangelio
—Las
oraciones largas de algunos ministros han sido un gran fracaso. Orar
largas oraciones como hacen algunos, está fuera de lugar. Perjudican
su garganta y sus cuerdas vocales, y luego hablan de agotamiento
nervioso, por el exceso de trabajo. Se perjudican a sí mismos cuando
no terminan en el momento adecuado. Muchos piensan que orar
perjudica más sus órganos vocales, que hablar. Esto se debe a la
posición antinatural del cuerpo, y a la manera de sostener la cabeza.
Pueden estar de pie y hablar, y no sentir cansancio. La posición en la
oración debe ser perfectamente natural. Las oraciones largas aburren,