Página 183 - La Voz

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La celeridad y el tono
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Cuando el orador habla en un tono alto, disminuye considerable-
mente su utilidad. Hay otros, que hablan tan bajo, que apenas se los
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puede oír. Otro obrero habla con rapidez, amontonando las palabras,
unas sobre otras. La mitad de lo que dice se pierde, porque el oyente
no puede captar las preciosas palabras que salen de sus labios. Estos
son defectos que se deben vencer.
Debe adquirirse el hábito de hablar despacio, aunque con fervor y
solemnidad, con toda la seguridad que la Palabra de Dios puede dar.
Entonces el oyente recibe el beneficio de cada oración. Se pronuncia
claramente cada palabra, y hace su impresión en la mente. Hablar
rápido y subir el tono de la voz, es una imperfección que todos deben
vencer, si han de hacer la impresión más favorable, cuando presenten
el mensaje de Dios al mundo. Que la Palabra de Dios llegue a ser un
sabor de vida para vida.
Si los siervos de Dios consideraran este asunto en forma racional,
si se pusieran bajo el control de la razón sólida y el buen juicio,
verían que no es necesario seguir perpetuando estos errores. Verían
que dichos defectos, se pueden vencer, y que sus esfuerzos en el
púlpito serán mucho más ventajosos para los oyentes, y bastante
menos agotadores para ellos mismos. Cada ministro debe tener en
mente, que está dando al mundo el mensaje que ha recibido de Dios,
y que este asunto implica intereses eternos.—
Manuscrito 4, 1897
.
La verdad a mitad de su valor
—Hable la verdad con amor y
piedad, para aquellos que convierten la verdad en fábulas. Tenga en
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mente el hecho, de que el Señor Jesús está presente en sus asam-
bleas. El hará que usted manifieste dignidad, calma y compostura de
espíritu. Cuando usted habla con precipitación, su discurso pierde la
mitad del poder.—
Carta 8, 1894
.
Instrucción dada por Dios a Ellen G. White acerca de la
voz
—Tengo palabras de precaución que darle, las cuales voy a re-
petir en la sesión de la noche. Yo estaba diciendo esto: “Tengo un
mensaje para usted, del Señor. Cultive sus órganos vocales. Este es
su privilegio y deber. La voz es un tesoro muy precioso. Muchas
veces usted habla demasiado aprisa. Sus palabras se agolpan unas
sobre otras, y su pronunciación carece de la nitidez que debiera
tener”.
Siendo que tiene que hablar ante grandes congregaciones, es su
deber dar a sus cuerdas vocales todo el descanso posible. Cuando