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Anécdotas y frivolidades
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Nuestro mensaje es solemne y sagrado, y debemos velar en
oración. Las palabras pronunciadas deben ser de tal carácter que por
medio de ellas, Dios pueda hacer una impresión sobre el corazón y
la mente. Santifíquense por medio de la verdad, los ministros del
Evangelio.—
El Evangelismo, 157
.
En terreno del enemigo
—Tan pronto como el predicador se
sale de la posición que un ministro debe ocupar siempre, y desciende
a la comicidad para provocar risa sobre su oponente, o cuando es
sarcástico y agudo y se mofa de él, hace lo que el Salvador del mundo
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no se atreve a hacer; porque se coloca en terreno del enemigo.—
Testimonies for the Church 3:220
.
Alimento puro, libre de paja
—La predicación de la Palabra
debe apelar al intelecto, e impartir conocimiento, pero debe hacer
todavía más. Las palabras del pastor deben alcanzar el corazón de
los oyentes. El objetivo de la predicación no es entretener. Algunos
ministros han adoptado un estilo de predicación que no ejerce la
mejor influencia. Han llegado a adquirir el hábito de intercalar anéc-
dotas en sus discursos. La impresión así hecha sobre los oyentes,
no es un sabor de vida para vida. Los ministros no deben incluir
relatos divertidos en su predicación. La gente necesita alimento puro,
completamente libre de paja. “Predica la Palabra” fue el encargo
que Pablo le dio a Timoteo, y ésta es también nuestra comisión.
El pastor que mezcla cuentos en sus discursos, está usando fue-
go extraño. Cuando los representantes de Dios descienden a usar
palabras vulgares y frívolas, Dios queda ofendido, y la causa de la
verdad queda deshonrada.
Mis hermanos, nuestro Salvador requiere que presten atención,
a cómo testifican para él. Es necesario que profundicen cada vez
más en el estudio de la Palabra. Ustedes se encuentran con muchos
diferentes intelectos, y cuando enseñan las verdades de la sagrada
Palabra, deben manifestar fervor, respeto y reverencia. Eliminen
los cuentos de sus sermones, y prediquen la Palabra. Así tendrán
más gavillas para llevar al Maestro. Recuerden que en su auditorio,
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hay personas que están constantemente acechadas por la tentación.
Algunos luchan con dudas, y se sienten casi desesperados, casi
desahuciados. Pidan a Dios que los ayude a hablar palabras, que
fortalezcan a sus oyentes para el conflicto.—
The Review and Herald,
22 de diciembre de 1904
.