Página 205 - La Voz

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El peligro del exceso de emoción
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La verdadera inteligencia en la predicación
—Un hombre
puede hablar en forma fogosa y complacer el oído, pero no lle-
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var a la mente una idea nueva, o una verdadera inteligencia. Las
impresiones recibidas mediante estas predicaciones, no duran más
que el tiempo que se escuche la voz del predicador. Cuando se busca
el fruto de esa labor, se encuentra que es muy escaso.—
Testimonies
for the Church 1:447
.
Uso afectado de la voz
—Algunos levantan la voz a un tono muy
afectado cuando hablan en el púlpito; otros hablan muy rápido y la
gente no puede escuchar lo que se dice. Esto resulta en desastre para
sí mismo, así como para los demás, porque el empleo antinatural
de su voz, resulta en perjuicio para los órganos vocales. Agotan su
fuerza sin necesidad, y hacen que sus esfuerzos sean penosos para la
congregación. Los tales deben ejercer dominio propio, esa cualidad
tan esencial para ellos como embajadores de Cristo, y vencer sus
hábitos dañinos. Si pudieran e hicieran esto, dejarían una agradable
impresión en la mente de los oyentes, y la predicación de la verdad
sería atractiva.—
The Review and Herald, 28 de octubre de 1890
.
Intensidad sin emocionalismo
—Dios quiere que todos actue-
mos con serenidad y consideración, eligiendo palabras que estén
en armonía con la sustanciosa verdad para este tiempo, la que debe
ser presentada a la consideración de la mente, tan libre como sea
posible de lo emocional, aun conservando el fervor y la solemnidad
que le corresponden. Debemos precavernos contra los extremos, y
guardarnos de animar a aquellos que quisieran estar en el fuego, o
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en el agua.
Os ruego que eliminéis de vuestras enseñanzas toda extravagan-
cia, todo aquello de lo cual pudieran aferrarse las mentes desequi-
libradas, y los que carecen de experiencia para realizar acciones
descabelladas, propias de personas inmaduras. Es necesario que
extreméis el cuidado en cada una de vuestras declaraciones, no sea
que encaminéis a alguien por una senda equivocada, creando una
confusión que sólo podrá ser resuelta a costa de ingente y penosa
labor, desviando de esta manera de su cauce, la fuerza y el trabajo
de los obreros hacia actividades, que no es el propósito de Dios
que realicen. Una sola veta de fanatismo en nuestras filas, cerrará
muchas puertas de acceso a los más sanos principios de la verdad.—
Testimonios para los Ministros, 227, 228
.
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