Capítulo 50—Se nos debe escuchar sin tener que
gritar
El desgaste de los órganos vocales
—Según la luz que me ha
sido dada, el ministerio es un cargo sagrado y exaltado, y los que
aceptan esa posición, deben tener a Cristo en su corazón, y manifestar
un ferviente deseo de representarlo dignamente delante de la gente
en todos sus actos, en su vestimenta, en su elocución, y hasta en su
manera de hablar. Deben hablar con reverencia.
Algunos destruyen la solemne impresión que pudieran tener
sobre la gente, levantando sus voces muy alto, gritando y vociferando
la verdad. Cuando la verdad se presenta de esta manera, pierde
mucho de su dulzura, su fuerza y su solemnidad. Pero si la voz
se entona correctamente, si expresa solemnidad, y se modula hasta
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resultar conmovedora, producirá mejor impresión.
Este era el tono con que Cristo enseñaba a sus discípulos. El
los impresionaba con solemnidad; les hablaba en forma conmo-
vedora. Pero, ¿qué logran estos gritos vociferantes? No dan a la
gente una opinión más exaltada de la verdad, y no los impresiona
más profundamente. Sólo causa una sensación desagradable a los
oyentes, y desgasta los órganos vocales del predicador. Los tonos de
la voz, tienen mucho que ver en cuanto a afectar los corazones de
los oyentes.
Muchos que podrían ser hombres útiles, están desgastando sus
fuerzas vitales y destruyendo sus pulmones y órganos vocales por
su manera de hablar. Algunos predicadores han adquirido el hábito
de decir, lo que tienen que decir, en forma atropellada, como si
tuvieran una lección que repetir y la tuvieran que dar lo más rápido
posible. Esta no es la mejor manera de hablar. Cada ministro se
puede autoeducar, ejerciendo el cuidado apropiado para hablar en
forma clara e impresionante, sin interponer unas palabras sobre otras,
sin darse tiempo para respirar. Debe hablar en forma moderada, para
que la gente pueda fijar las ideas en la mente, a medida que las oyen.
Pero cuando el asunto se presenta con tanta rapidez, la gente no
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