Página 225 - La Voz

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La verdad eterna
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de sus labios, clara, sencilla, decidida, como si él verdaderamente
creyera que las palabras que habla tienen sabor de vida para vida,
o de muerte para muerte. Las palabras del ministro, que sabe que
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tiene el Espíritu y el poder de Dios, despertarán la conciencia de sus
oyentes.—
The Review and Herald, 29 de marzo de 1906
.
El efecto de los sermones suaves
—Los ministros de Dios de-
ben hacer resonar la voz como el sonido de una trompeta, y mostrar
al pueblo sus transgresiones. Los sermones halagadores que tan a
menudo se predican, no producen impresión duradera, y después de
oírlos, los hombres no quedan con el corazón contrito, porque no
les han sido declaradas las claras y agudas verdades de la Palabra de
Dios.—
Obreros Evangélicos, 155
.
Las buenas nuevas de salvación
—La manifestación superior
del empleo del poder del habla, es la de impartir la verdad divina.
Doquiera esté el auditorio, cualquiera sea su composición, el testigo
de Cristo debe hablar la verdad sencilla y pura. El está para impartir
gracia a los oyentes. Sus palabras estarán en armonía con las en-
señanzas de Cristo. El alma que está verdaderamente convertida,
tendrá sus labios tocados con el fuego sagrado de la purificación.
Encontrará la oportunidad de hablar las buenas nuevas de salvación,
a cada persona con quien se relacione. El cree; por lo tanto, expresa
los sentimientos de su corazón. El es un oráculo de Dios, que habla
a los hombres palabras de vida y salvación.—
Carta 222, 1907
.
Como fresco maná
—Usted ha estado demasiado ansioso de
presentar líneas de pensamiento, que lo glorifiquen a usted mismo.
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Ha pensado que necesita extenderse en asuntos, que no iluminan
las mentes en relación con la verdad vital, ni aclaran el camino
para presentar la salvación. Por amor a Cristo, no se desvíe del tema.
Imparta en cada discurso el pan de vida, presente maná fresco, ponga
ante las almas la solemne responsabilidad que Dios ha designado
para ellos, y mantenga ante su vista las realidades eternas. Llame
la atención de la gente a asuntos vitales, y llévelos al punto de
decisión, preguntándoles: “¿Qué va a a hacer usted?” Coopere con
las inteligencias celestiales. Cuando usted permite que su mente se
aparte del sencillo sendero de verdad, y esté absorta con temas que
agradan sus preferencias, está sencillamente perdiendo el tiempo. El
Espíritu Santo no obra en usted; por lo tanto, está cometiendo un
error.—
Carta 29, 1895
.