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Los pioneros del adventismo
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de pie en la calle sin poder entrar. Tuvimos que abrirnos paso para
entrar. Pero empezó a rumorearse que quizás el piso cedería. Los
hombres que sabían aseguraron que no había ningún peligro.
Algunos propusieron que fuéramos al templo metodista que es-
taba abierto para recibirnos, y era más conveniente, y estaba mejor
ventilado. Dijeron que había cierto número de personas allí. Alguien
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dijo: “Que los predicadores se dividan”. Tu padre respondió [que]
él no quería arriesgarse a intentar el experimento, temiendo que no
tendría suficientes oyentes. Finalmente, se hizo un movimiento ge-
neral a la casa de cultos que estaba atiborrada, y tenía asientos extra
preparados. Tuve una congregación muy respetuosa y atenta. Hablé
durante una hora y media con toda libertad. La reunión terminó bien.
Tenemos otra cita esta misma noche. Esperamos que el Señor vaya
con nosotros y nos ayude en nuestra labor, es nuestra oración [carta
de Elena G. de White a su hijo, W. C. White].—
Carta 17, 1870
.
Sermón basado en
Colosenses 1:24-29
—El hermano D. T.
Bourdeau habló temprano por la mañana en la reunión. Por la tarde
hablé yo a la gente sobre.
Colosenses 1:24-29
. Me sentía muy dé-
bil antes de subir al púlpito. Oré fervientemente a Dios pidiéndole
que me ayudara y bendijera a los presentes de manera especial. El
Espíritu del Señor descansó en mí y en la gente. Yo era seguida
por tres traductores: uno al alemán, otro al francés y otro al danés,
pero esto no me molestó para nada. Los ángeles del cielo estaban
en nuestro medio. Fui bendecida al hablar, y la gente fue bendecida
al escuchar. No puedo ver sino que mi mensaje está teniendo una
mejor impresión en la mente de ellos que en las de mis hermanos y
hermanas norteamericanos.
Después del discurso tuvimos una reunión preciosa. Nuestros
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hermanos de todas esas nacionalidades dijeron haber sido grande-
mente bendecidos, y estaban muy agradecidos a Dios por la palabra
hablada.—
Carta 23, 1885
.
Mensaje basado en
Mateo 9:28-30
—El texto era.
Mateo 9:28-
30
. Muchos en la congregación eran hombres y mujeres inteligentes.
Yo les presenté la verdad en su sencillez, para que viejos y jóvenes
pudieran comprender. Así enseñaba Jesús. El enseñaba a la gente
con sencillez. No usaba palabras rebuscadas que los indoctos no
pudieran entender. Los indoctos, aun los niños más tiernos, podían
entender sus palabras.