Página 280 - La Voz

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La Voz: Su Educación y Uso Correcto
Jesús declaró en Nazaret: “El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha
enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a
los cautivos y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”.
Lucas 4:18
. ¿Cuántos de los profesos ministros de Cristo, están
copiando este ejemplo de nuestro divino Maestro?—
Manuscrito 55,
1886
.
Predicando sobre la parábola de los talentos
—Me invitaron
a hablar el sábado 7 de enero por la tarde, pero cuando recorría las
cinco millas hasta el lugar de reunión, me sentí tan agotada que
me dio miedo y temblaba, y estaba acosada de tentaciones. Las
apariencias indicaban que me sería imposible hablar. Estuve orando
durante todo el trayecto. Cuando me puse de pie en la plataforma,
el Señor me dio la seguridad de que él había enviado su ángel para
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sostenerme, que no debía dudar. Me pareció escuchar estas palabras:
“Sé fuerte en el Señor; sí, sé fuerte”. Nunca había hablado con tanta
facilidad y tan libre de dolencias. Los oyentes dijeron que mi voz
era clara y musical, y la congregación no pudo menos que saber que
el Espíritu y el poder de Dios estaba sobre mí.
Hablé durante una hora de la parábola de los talentos, extendién-
dome con considerable precisión en el siervo indolente que escondió
su único talento en la tierra, y lo presentó al Señor con una amarga
queja, acusando a Dios de ser un Maestro duro. El Señor habló a
través del barro, y los corazones fueron conmovidos. Algunos esta-
ban profundamente emocionados. Estuvo presente un ministro de la
Iglesia de Inglaterra, que había venido de Tasmania en compañía de
los hermanos Baker y Rosseau, y que estaba comenzando a guardar
el sábado.—
Carta 23a, 1893
.
Prudencia y solemnidad
—El Señor va a trabajar pronto entre
nosotros con un poder más grande, pero existe el peligro de permitir
que nuestros impulsos nos lleven, a donde el Señor no quiere que
vayamos. No debemos dar un solo paso del que tengamos que re-
tractarnos. Debemos movernos con solemnidad, prudentemente, y
no hacer uso de expresiones extravagantes, ni permitir que nuestros
sentimientos se sobreexciten. Debemos pensar con calma, y trabajar
sin excitación; porque habrá algunos que se excitan fácilmente, que
se apoderan de expresiones imprudentes, y hacen uso de declaracio-
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