El uso equivocado de la voz en la música
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el entendimiento. La condición del corazón revela la calidad de la
religión del que profesa la piedad.—
El Evangelismo, 369
.
La elección que Dios hace del canto
—El canto forma parte
tanto de la adoración de Dios en las reuniones religiosas como de
los discursos, y cualquier rareza o peculiaridad cultivada atrae la
atención de la gente, y destruye la impresión seria y solemne que
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debiera ser el resultado de la música sagrada. Cualquier cosa extraña
y excéntrica en el canto, aparta de la seriedad y la santidad del
servicio religioso.
Los movimientos corporales son de poco provecho. Todo lo que
está conectado de cualquier manera con el culto religioso debe ser
dignificado, solemne e impresionante. Dios no se agrada cuando
los ministros que profesan ser los representantes de Cristo lo re-
presentan mal, usando su cuerpo en actitudes teatrales, haciendo
gestos indecorosos y vulgares, y gesticulaciones toscas y ordinarias.
Todo esto divierte y excita la curiosidad de los que quieren ver cosas
extrañas, raras y excitantes, pero estas cosas no elevarán las mentes
y corazones de los que las vean.
Lo mismo se puede decir del canto. Usted asume actitudes inde-
corosas. Usted pone en el canto todo el poder y el volumen de voz
posible. Usted ahoga las más delicadas melodías y notas, de voces
más musicales que la suya. Los que escuchan en la tierra y los que
escuchan en el cielo, no perciben como melodía esos movimientos
corporales, ni esa voz alta y áspera. Este tipo de canto es defectuoso
y no es aceptable a Dios como un acorde musical perfecto, suave
y dulce. Entre los ángeles, no hay tales exhibiciones como las que
a veces he visto en nuestras reuniones. Esas notas y gestos ásperos
no se ven entre el coro angelical. Sus cantos no rechinan en el oído.
Son suaves y melodiosos y brotan sin el gran esfuerzo que yo he
visto. No son forzados ni tirantes, ni requieren esfuerzo físico.
El hermano S no se da cuenta de cuántos están asombrados y
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disgustados. Algunos no pueden reprimir pensamientos, no muy
sagrados, ni sentimientos de frivolidad al ver los movimientos no
refinados hechos durante el canto. El hermano S se exhibe a sí
mismo. Su canto no ejerce influencia para someter el corazón, y
conmover los sentimientos. Muchos han asistido a las reuniones y
escuchado las palabras de verdad habladas desde el púlpito, que han
convencido y solemnizado sus mentes; pero muchas veces la forma