Página 338 - La Voz

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La Voz: Su Educación y Uso Correcto
ella entró bajo su techo, sintió una bendición espiritual profunda—un
sentimiento muy especial de la divina presencia—que desapareció
cuando ella se marchó.
H. E. Harker
: Yo estaba de pie a la entrada después de una
de esas reuniones, y oí a hombres decir mientras salían: “Ningún
hombre ha hablado como esta mujer”.
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Ruth Hauser
: No había [en ella] ni la más mínima indicación
de justicia propia... Pero cuando estábamos cerca de ella, teníamos
la impresión de estar en la presencia de una persona cristiana—una
persona que realmente conocía a su Dios. Uno podía percibir en
forma inconsciente ese fervor interior.
John C. Heindenreich
: Impresión del auditorio. Teniendo en
cuenta que en esa ocasión en que hablaba tenía 83 años de edad. El
sermón fue maravilloso. Siempre he considerado un alto honor y un
privilegio, el haber escuchado hablar a la señora White.
Viola Henise
: Las sencillas palabras que ella usó ejercieron mu-
cha influencia en la gente, casi como si estuvieran escuchando a
alguien de otro mundo. Su desfiguración y su nariz partida desapa-
recieron. ¡Cuán penetrantes eran sus palabras! Si, ella citó mucho de
la Biblia. No recuerdo una declaración en particular, pero podíamos
casi ver al Señor venir. Nos quedamos maravillados. Nunca lo he
olvidado. “En la casa de mi Padre muchas moradas hay”. Nosotros
éramos recién convertidos, y era tan maravilloso saber que Jesús
volvería pronto... Nadie necesitó decir (a los niños) que estuvieran
tranquilos, porque el Espíritu de Dios se manifestó a ellos, así como
a los mayores.
Ruth Miller Holden
: Ella siempre hablaba con una voz clara,
y fuerte, que me conmovía una y otra vez, y que casi dejaba a
los oyentes hechizados, sin ninguna duda de que su voz estaba
llena del Espíritu. Hasta su presencia me inspiraba reverencia. Me
gustaban muchos sus sermones. Aunque era una niña, me encantaba
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escucharla hablar.
Sra. Honicker
: La congregación quedó impresionada con la
precisión de sus enfoques. No parecía que ella elaborara sus sermo-
nes.
J. S. James
: Ella hablaba con autoridad. Aunque había visto que
su apelación a la ganancia de almas hacía saltar lágrimas en su audi-
torio, nunca la vi conmovida hasta las lágrimas cuando predicaba.