Página 339 - La Voz

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Reacciones del público ante la oratoria de Elena G. de White
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Reathel Jenkings
: Recuerdo su sencillez en el vestir, y que usa-
ba una redecilla para el cabello. Pero habló en forma tan interesante,
que pronto se me olvidó su atavío, y no pude dejar de sentirme
preocupado por hacer algo yo mismo, con el fin de apresurarme a
dar el mensaje a otros, para que Jesús pudiera venir pronto.
Jessie Bond Johnson
: Ella habló en forma amigable, y al mismo
tiempo con una dignidad y reverencia que hizo a sus oyentes sentir
que Dios estaba dando un mensaje por su intermedio. Se que el
sermón me llevó a decidirme, que con la ayuda de Dios, yo iba a
apartarme de cualquier cosa en mi vida, que impidiera la presencia
de Cristo en mi corazón.
Elton A. Jones
: El mensaje que ella trajo fue muy impresionante.
En ese tiempo yo no era cristiano, pero no podía quitar de mi mente
la convicción de que debía serlo, y pocos años después fui bautizado.
Sra. Lafrance
: Una ferviente oradora... Me impresionó mucho
su sinceridad, y... la congregación le prestó toda la atención... Sin
duda alguna, creí que ella estaba inspirada por Dios. El auditorio
quedó profundamente impresionado, y permaneció en quietud.
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J. B. Mallory
: Durante toda la reunión prevaleció una atención
arrobadora. Reinaba la quietud. Se notaba la solemnidad, y la gente
salió de la carpa en silencio.
Sra. Martin
: Se hubiera podido escuchar la caída de un alfiler
en ese vasto auditorio.
James Wm. McComas
: Mucha solemnidad. Cientos de perso-
nas lloraban, y antes que se terminara el sermón, la congregación
completa estaba de rodillas ante el altar. Los pasillos estaban reple-
tos de gente, y en la plataforma no cabía uno más. Muchos lloraban,
algunos en voz alta, pero quietamente. Los padres buscaron a sus
hijos. Los hijos buscaron a sus padres. Fue un día de alegría. Todos
cantamos, “gloria cantemos al Redentor”.
John L. McGee
: La influencia y las bendiciones que me han
acompañado a través de los años, como resultado de la bendición
que la hermana White me dio, cuando me dijo: “Hermano McGee,
reciba el Espíritu de Dios que es tan esencial para el reavivamiento,
y la terminación de la obra en la tierra”, todavía las siento, y muy a
menudo pienso en ellas.