Página 37 - La Voz

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Los estudiantes y el don del habla
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La corrección del lenguaje mediante el adiestramiento
—Si
vuestros alumnos, además de estudiar la Palabra de Dios, aprenden
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tan sólo a usar correctamente el lenguaje en la lectura, la escritura
y la conversación, se habrá realizado una gran obra. A los que se
preparen para servir en la causa de Dios, se les debe enseñar a
hablar correctamente en la conversación común y delante de las
congregaciones. La utilidad de más de un obrero se perjudica, por
su ignorancia acerca de la respiración correcta, y la pronunciación
clara y enérgica. Muchos, no han aprendido a recalcar debidamente
las palabras que pronuncian. Con frecuencia la enunciación es poco
clara. Una preparación cabal en el uso del idioma, es de mucho
más valor para un joven, que un estudio superficial de las lenguas
extranjeras, con descuido de la lengua materna.—
Consejos para los
Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 199
.
Leer y hablar con soltura
—Con frecuencia, se perjudica gran-
demente a nuestros jóvenes permitiéndoles que comiencen a pre-
dicar, cuando no tienen suficiente conocimiento de las Escrituras,
para presentar nuestra fe de una manera inteligente. Algunos de los
que entran en el campo, son meros novicios en las Escrituras. En
otras cosas son también incompetentes y deficientes. No pueden
leer las Escrituras sin vacilar, equivocar las palabras, y mezclarlas
de una manera que maltrata a la Palabra de Dios. Los que no están
calificados para presentar la verdad debidamente, deben preocuparse
de su deber. Les corresponde el puesto de discípulos, y no el de
maestros. Los jóvenes que deseen prepararse para el ministerio,
quedarán grandemente beneficiados al asistir a nuestros colegios;
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pero necesitan aun otras ventajas, para calificarse como oradores
aceptables. Debe emplearse un maestro que enseñe a los jóvenes a
hablar, sin cansar los órganos vocales. Sus modales también deben
recibir atención.—
Testimonios Selectos 3:327, 328
.
Un discurso y una voz perfectos
—Los profesores de nuestros
colegios, no deberían tolerar en los alumnos actitudes desmañadas y
gestos oscos, una mala entonación en la lectura, y una acentuación
o énfasis incorrecto. Hay que instar a cada alumno, a alcanzar la
perfección en la comunicación y en la voz. Debido al descuido y a
una mala preparación, con frecuencia se forman hábitos, que resultan
en grandes estorbos en la obra de un ministro, que es talentoso en
otros aspectos. Debe inculcarse en el alumno la convicción, de que