Página 176 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

Basic HTML Version

La temperancia cristian
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el
cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro
cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”
1 Corintios
6:19, 20
.
No nos pertenecemos. Hemos sido comprados a un precio ele-
vado, a saber, los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios. Si
pudiésemos comprender plenamente esto, sentiríamos que pesa so-
bre nosotros la gran responsabilidad de mantenernos en la mejor
condición de salud, a fin de prestar a Dios un servicio perfecto. Pero
cuando nos conducimos de manera que nuestra vitalidad se gasta,
nuestra fuerza disminuye y el intelecto se anubla, pecamos contra
Dios. Al seguir esta conducta no le glorificamos en nuestro cuerpo
ni en nuestro espíritu que son suyos, sino que cometemos lo que es
a su vista un grave mal.
¿Se dió Jesús por nosotros? ¿Ha sido pagado un precio elevado
para redimirnos? Y, ¿no es precisamente por esto por lo que no nos
pertenecemos? ¿ Es verdad que todas las facultades de nuestro ser,
nuestro cuerpo, nuestro espíritu, todo lo que tenemos y todo lo que
somos, pertenecen a Dios? Por cierto que sí. Y cuando comprende-
mos esto, ¡qué obligación tenemos para con Dios de conservarnos
en la condición que nos permita honrarle aquí en la tierra, en nuestro
cuerpo y nuestro espíritu que son suyos!
Creemos sin duda alguna que Cristo va a venir pronto. Esto no es
una fábula para nosotros; es una realidad. No tenemos la menor duda,
ni la hemos tenido durante años, de que las doctrinas que sostenemos
[181]
son la verdad presente, y que nos estamos acercando al juicio. Nos
estamos preparando para encontrar a Aquel que aparecerá en las
nubes de los cielos escoltado por una hueste de santos ángeles, para
dar a los fieles y justos el toque final de la inmortalidad. Cuando él
Discurso dado en Battle Creek el 6 de marzo de 1869, y transcripto por U. Smith.
Testimonios para la Iglesia 2:354-376 (1870)
.
172