Página 314 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
menos dispuestos a soportar conflictos y trabajos y a hacer esfuerzos
fervientes y grandes sacrificios, para obtener un tesoro que es de
valor incalculable y una vida que se mide con la del Infinito? ¿Puede
el cielo costarnos demasiado?
La fe y el amor son tesoros áureos, elementos que faltan en gran
manera entre el pueblo de Dios. Se me ha mostrado que la incre-
dulidad en los testimonios de amonestación, estímulo y reproche
está apartando la luz del pueblo de Dios. La incredulidad les cierra
los ojos para que ignoren su verdadera condición. El Testigo Fiel
describe así su ceguera: “Y no conoces que tú eres un cuitado y
miserable y pobre y ciego y desnudo.”
Apocalipsis 3:17
.
La fe en la pronta venida de Cristo se está desvaneciendo. “Mi
señor se tarda en venir” (
Mateo 24:48
), es no sólo lo que se dice en
el corazón, sino que se expresa en palabras y muy definidamente en
las obras. En este tiempo de vigilia, el estupor anubla los sentidos
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del pueblo de Dios con respecto a las señales de los tiempos. La
terrible iniquidad que tanto abunda requiere la mayor diligencia y
el testimonio vivo para impedir que el pecado penetre en la iglesia.
La fe ha estado disminuyendo en grado temible, y únicamente el
ejercicio puede hacerla aumentar.
Cuando nació el mensaje del tercer ángel, los que se dedicaban
a la obra de Dios tenían algo que arriesgar, tenían que hacer sacri-
ficios. Empezaron esta obra en la pobreza y sufrieron las mayores
privaciones y oprobios. Arrostraban una oposición resuelta que los
impulsaba hacia Dios en su necesidad y mantenía viva su fe
Nues-
tro actual plan de la benevolencia sistemática sostiene ampliamente
a nuestros predicadores y no hay necesidad de que ellos ejerzan fe
en que serán sostenidos. Los que ahora emprenden la predicación de
la verdad no tienen nada que arriesgar. No corren peligros, ni tienen
que hacer sacrificios especiales. El sistema de la verdad está listo y
a mano, y se provee a los obreros de publicaciones que defienden
las verdades que ellos promulgan.
Las primeras tentativas de obtener fondos sistemáticamente consistieron en pedir
a cada miembro que diese semanalmente una ofrenda específica y una cantidad co-
rrespondiente a cierto porcentaje de la propiedad que poseía. Esto se conoció como la
“benevolencia sistemática,” precursora del sistema de los diezmos tan bien conocido
hoy.—F. P. W.