Página 316 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
Los ministros que predican la verdad presente no deben descui-
dar el solemne mensaje dirigido a los laodicenses. El testimonio del
Testigo Fiel no es un mensaje suave. El Señor no nos dice: “Estáis
más o menos bien; habéis soportado castigos y reproches que nunca
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merecisteis; habéis sido innecesariamente desalentados por la seve-
ridad; no sois culpables de los males y pecados por los cuales se os
reprendió.”
El Testigo Fiel declara que cuando uno supone que está en bue-
nas condiciones de prosperidad, realmente lo necesita todo. No es
suficiente que los ministros presenten temas teóricos; deben también
presentar los temas prácticos. Deben estudiar las lecciones prácticas
que Cristo dió a sus discípulos, y hacer una detenida aplicación de las
mismas a sus propias almas y a las de la gente. Porque Cristo da este
testimonio de reprensión, ¿supondremos que le faltan sentimientos
de tierno amor hacia su pueblo? ¡Oh, no! El que murió para redimir
al hombre de la muerte, ama con amor divino, y a aquellos a quienes
ama los reprende. “Yo reprendo y castigo a todos los que amo.”
Pero muchos no quieren recibir el mensaje que el cielo les manda
gracias a su misericordia. No pueden soportar que se les hable de su
negligencia en el cumplimiento del deber, ni de sus malas acciones,
de su egoísmo, orgullo y amor al mundo.
* * * * *
Peligros de los postreros días
—Estamos viviendo en un tiempo
muy solemne e importante en la historia de esta tierra. Nos vemos en
medio de los peligros de los postreros días. Están por sobrecogernos
sucesos importantes y terribles. ¡Cuán necesario es que todos los
que temen a Dios y aman su ley, se humillen delante de él y se aflijan
y lamenten, confesando los pecados que han separado a Dios de su
pueblo! Lo que debe excitar la mayor alarma es que no sentimos ni
comprendemos nuestra condición degradada, y que nos contentamos
con permanecer como estamos. Debemos acudir a la Palabra de Dios
y a la oración, buscando individualmente al Señor con fervor, para
encontrarlo. Debemos hacer de esto nuestro primer quehacer
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Testimonios para la Iglesia 3:53 (1872)
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