Página 388 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
Los hombres que presentan estas condenables herejías desafían
a los que enseñan la Palabra de Dios a que entren en controversia
con ellos, y algunos de los que enseñan la verdad no han tenido el
valor de rechazar un desafío de esta clase por parte de personas cuyo
carácter está señalado en la Palabra de Dios. Algunos de nuestros
ministros no han tenido el valor moral de decir a estos hombres:
Dios nos ha amonestado en su Palabra respecto de vosotros. Nos
ha dado una fiel descripción de vuestro carácter y de las herejías
que sostenéis. Algunos de nuestros ministros, antes que dar a esta
clase de hombres ocasión de triunfar o de acusarlos de cobardía,
les han hecho frente en discusión abierta. Pero al discutir con los
espiritistas, no hacen frente al hombre solamente, sino a Satanás y
sus ángeles. Se ponen en comunicación con las potestades de las
tinieblas, y alientan a los malos ángeles que están en su derredor.
Los espiritistas desean dar publicidad a sus herejías, y los mi-
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nistros que defienden la verdad bíblica les ayudan en ello cuando
consienten en entrar en discusión con ellos. Aprovechan esas oportu-
nidades para presentar sus herejías al pueblo, y en toda discusión que
se sostenga con ellos algunos serán engañados. La mejor conducta
que podamos seguir consiste en evitarlos.
* * * * *
La presunción es una tentación común, y cuando Satanás asalta
a los hombres con ella, obtiene la victoria nueve veces de cada diez.
Los que
profesan
seguir a Cristo y aseveran por su fe hallarse en gue-
rra contra todo lo malo de su naturaleza, se precipitan con frecuencia
irreflexivamente en tentaciones de las cuales sólo un milagro podría
sacarlos sin contaminación. La meditación y la oración los habría
preservado e inducido a rehuir la posición crítica y peligrosa en la
cual se colocaron cuando dieron a Satanás ventaja sobre ellos. Las
promesas de Dios no están destinadas a que nosotros apelemos a
ellas temerariamente mientras nos precipitamos al peligro, violando
las leyes de la naturaleza y despreciando la prudencia y el juicio con
que Dios nos ha dotado. Esta es la más flagrante presunción
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Testimonios para la Iglesia 4:44, 45 (1876)
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