La influencia de las compañía
En nuestras instituciones, donde muchos trabajan juntos, la in-
fluencia de las compañías es muy grande. Es natural buscar compa-
ñía. Cada uno hallará compañeros o los hará. Y la intensidad de la
amistad determinará la influencia que los amigos ejerzan unos sobre
otros, para bien o para mal. Todos tendrán amistades, influirán en
ellas y recibirán su influencia.
Es misterioso el vínculo que une los corazones humanos de
manera que los sentimientos, los gustos y los principios de dos
personas quedan íntimamente fusionados. El uno recibe el espíritu
del otro y copia sus modales y actos. Como la cera conserva la figura
del sello, así la mente retiene la impresión producida por el trato y
la asociación con otros. La influencia puede ser inconsciente, mas
no por eso es menos poderosa.
Si se pudiese persuadir a los jóvenes a asociarse con los pu-
ros, reflexivos y amables, el efecto sería muy saludable. Si eligen
compañeros que temen al Señor, su influencia los conducirá a la
verdad, al deber y a la santidad. Una vida verdaderamente cristiana
es un poder para el bien. Pero, por otro lado, los que se asocian con
hombres y mujeres de moral dudosa, de costumbres y principios
malos, no tardarán en andar en la misma senda. El impulso de las
tendencias del corazón natural es hacia abajo. El que se asocia con
los escépticos no tardará en llegar a ser escéptico; el que elija la
compañía de los viles, llegará seguramente a ser vil. El andar en el
consejo de los impíos es el primer paso en la senda que conduce al
camino de los pecadores y a sentarse con los escarnecedores.
Aquellos que quieran adquirir un carácter íntegro deben elegir
como asociados a quienes sean de inclinación seria, reflexiva y
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religiosa. Los que han contado el costo, y desean edificar para la
eternidad, deben poner buen material en su edificación. Si aceptan
maderas podridas, si se conforman con deficiencias de carácter, el
edificio quedará condenado a la ruina. Presten todos atención a cómo
Testimonios para la Iglesia 4:587-591 (1881)
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