Página 62 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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El tesoro en los cielo
Algunos no siguen una conducta honrada ni sincera. Los tales
deben actuar en forma muy diferente y trabajar rápidamente para
redimir el tiempo. Muchos observadores del sábado yerran en esto.
Se aprovechan de sus hermanos pobres, y los que tienen abundancia
de recursos exigen a sus hermanos que están en situación embarazosa
y angustiosa por falta de recursos un precio superior al valor real
de las cosas que les venden, mucho más de lo que ellos mismos
pagarían. Dios conoce todas estas cosas. Todo acto egoísta, toda
extorsión codiciosa, traerá su recompensa.
Vi que es cruel e injusto no tener consideración de la situación de
un hermano. Si él está angustiado y empobrecido, a pesar de hacer
lo mejor que puede, se le debe hacer alguna concesión. Ni siquiera
se le debe exigir el pleno valor de las cosas que compre a los ricos;
sino que ellos deben manifestar compasión hacia él. Dios aprobará
tales actos de bondad, y el que los haga no perderá su recompensa.
Pero una terrible cuenta subsiste contra muchos observadores del
sábado por actos de egoísmo y avaricia.
Me fué recordado un tiempo en el cual eran pocos los que es-
cuchaban y abrazaban la verdad. Estos no tenían muchos bienes
de este mundo. Las necesidades de la causa se dividían entre muy
pocos. Entonces era necesario que algunos vendiesen sus casas y
tierras, y consiguiesen otras más baratas para usarlas como refugio
u hogar, mientras que prestaban libre y generosamente sus recursos
al Señor para publicar la verdad, y ayudar de otras maneras a hacer
progresar la causa de Dios. Mientras contemplaba a estos hermanos
abnegados, vi que habían soportado privaciones para beneficiar a
la causa. Vi a su lado a un ángel que señalaba hacia arriba y de-
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cía: “¡Tenéis bolsas en el cielo! Tenéis en el cielo bolsas que no
envejecen. Resistid hasta el fin y grande será vuestra recompensa.”
Dios ha estado obrando en muchos corazones. La verdad por la
cual unos pocos se sacrificaron tanto, a fin de presentarla a otros, ha
Testimonios para la Iglesia 1:176, 177 (1857)
. (Del cap. “El joven rico.”)
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