La mente, la ciudadela
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como el problema se presenta ante ellas, descubren de inmediato el
principio que está involucrado, e instintivamente eligen lo correcto
sin debatir largamente el asunto. Son leales porque han sido instrui-
dos por medio de hábitos de fidelidad y de verdad.—
Testimonies for
the Church 3:22 (1872)
.
La ciudadela no protegida
Por la contemplación somos transformados. Aunque formado
a la imagen de su Hacedor, el hombre puede educar de tal modo
su mente que el pecado que una vez despreciaba llegue a ser un
placer para él. Al dejar de velar y orar, deja de proteger la ciudadela,
el corazón, y se compromete con el pecado y el crimen. La mente
se envilece, y es imposible elevarla de la corrupción mientras es
preparada para esclavizar los poderes morales e intelectuales y po-
nerlos bajo el dominio de pasiones groseras. Ha de mantenerse una
guerra constante contra la mente carnal; y necesitamos ser auxilia-
dos por la influencia refinadora de la gracia de Dios, la cual atraerá
la mente hacia arriba y la habituará a meditar sobre cosas puras y
santas.—
Testimonies for the Church 2:479 (1870)
.
Manantial de vida o muerte
“Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de
la tierra”.
Colosenses 3:1, 2 (NVI)
. El corazón es la ciudadela del
hombre. De él manan la vida o la muerte. Mientras su corazón no
esté purificado, una persona queda descalificada para tener parte
alguna en la comunión de los santos. ¿No sabe el que escudriña el
corazón quiénes están permaneciendo en pecado, sin consideración
por sus almas? ¿No hubo acaso un testigo que vio las cosas más
secretas de la vida de cada uno?
Se me obligó a oír las palabras dichas por algunos hombres a
mujeres y niñas: palabras de adulación, palabras que querían engañar
e infatuar. Satanás emplea todos estos medios para destruir almas.
Algunos de ustedes pueden haber sido así sus agentes; y en tal caso,
tendrán que afrontar estas cosas en el juicio. El ángel dijo sobre esta
clase: “Su corazón nunca ha sido entregado a Dios. Cristo no está
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en ellos. La verdad no está allí. Su lugar está ocupado por el pecado,