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Mente, Carácter y Personalidad 1
lejos de las distracciones y disipaciones de la vida de la ciudad, pue-
dan dar su compañerismo a sus hijos y enseñarles a conocer a Dios
por medio de sus obras y prepararlos para una vida de integridad y
utilidad.—
El Ministerio de Curación, 284 (1905)
.
Muebles finos no hacen el hogar
Cuatro paredes y muebles costosos, alfombras afelpadas, espejos
elegantes y hermosos cuadros no son cosas que constituyan un
“hogar” si faltan la unión y el amor. Aquella palabra sagrada no se
aplica a la resplandeciente mansión donde se desconocen las alegrías
de la vida hogareña [...]. En realidad, la comodidad y el bienestar
de los niños vienen a ser lo último en que se piensa en una casa tal.
Los descuida la madre, que dedica todo su tiempo a la apariencia
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y a satisfacer las exigencias de una sociedad elegante. El intelecto
de los niños no recibe preparación y ellos adquieren malos hábitos;
se vuelven inquietos y descontentos. No hallando placer en su casa,
sino tan solo restricciones incómodas se separan del círculo familiar
en cuanto les resulte posible. Con poca vacilación se arrojan al vasto
mundo, sin que los refrene la influencia del hogar ni los tiernos
consejos que de él debieran provenir.—
The Signs of the Times, 2 de
octubre de 1884
;
El hogar adventista, 138, 139 (1894)
.
Las críticas abren la puerta a Satanás
Padres y madres, sean vigilantes. Sea su conversación en el hogar
agradable y animadora. Hablen siempre bondadosamente, como en
la presencia de Cristo. Que no haya críticas, ni acusaciones. Las
palabras de esta clase hieren y lastiman el alma. Es natural que
los seres humanos usen palabras hirientes. Los que ceden a esta
inclinación abren la puerta para que Satanás entre en sus corazones
y los haga rápidos para recordar los errores y las equivocaciones
de otros. Se explayan en estas faltas, se notan sus deficiencias, y se
dicen palabras que hacen perder la confianza en quien está haciendo
lo mejor para cumplir su deber como colaborador de Dios. A menudo
se siembran las semillas de la desconfianza porque se piensa que
uno debería haber sido favorecido pero no lo fue.—
Carta 169, 1904
.