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Mente, Carácter y Personalidad 1
a sí mismo en estas cosas. La pasión y el afecto son poderosos agen-
tes. Si se los aplica mal, si se los pone en operación por motivos
equivocados, si se los extravía, son poderosos para causar su ruina
y dejarlo como un miserable náufrago, sin Dios y sin esperanza.—
Testimonies for the Church 2:561 (1870)
.
Los pensamientos abrigados llegan a ser un hábito
Cuando se albergan pensamientos impuros estos llegan a ser há-
bito y el alma queda desfigurada y contaminada. Una vez cometida
una mala acción, queda una mancha que no la puede quitar sino
la sangre de Cristo; y si el hábito no es rechazado con firme deter-
minación, el alma se corrompe y las corrientes que fluyen de esta
fuente corrompida contaminarán a otros.—
En Lugares Celestiales,
199 (1887)
.
Pensamientos debidamente controlados
Necesitamos asignarle un elevado valor al recto control de nues-
tros pensamientos, porque eso prepara la mente y el alma para traba-
jar armoniosamente para el Maestro. Es necesario para nuestra paz y
felicidad en esta vida que nuestros pensamientos estén centrados en
Cristo. Como piensa el hombre, así es. Nuestro avance en la pureza
moral depende de lo correcto que sea nuestro pensar y actuar [...].
Los malos pensamientos destruyen el alma. El poder convertidor
de Dios cambia el corazón refinando y purificando los pensamientos.
A menos que se haga un esfuerzo decidido para mantener los pensa-
mientos centrados en Cristo, la gracia no puede manifestarse en la
vida. La mente debe entrar en la lucha espiritual. Cada pensamiento
tiene que ser puesto en cautiverio a la obediencia de Cristo [...].
Necesitamos un constante sentido del poder ennoblecedor de los
pensamientos puros y de la influencia deletérea de los pensamientos
malos. Pongamos nuestros pensamientos en cosas santas. Sean puros
y santos, porque la única seguridad para cada alma es el recto pensar.
Debemos usar todo medio que Dios ha puesto a nuestro alcance
para el gobierno y el cultivo de nuestros pensamientos. Hemos de
poner nuestras mentes en armonía con su mente. Su verdad nos
santificará cuerpo, alma y espíritu y podremos levantarnos sobre la
tentación.—
En Lugares Celestiales, 166 (1904)
.
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