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Amor y sexualidad en la experiencia humana
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La alimentación es un factor importante
No se puede repetir con demasiada frecuencia que todo lo que
entra en el estómago afecta no solo al cuerpo, sino finalmente tam-
bién a la mente. El alimento pesado y estimulante afiebra a la sangre,
altera el sistema nervioso y frecuentemente embota la percepción
moral, de modo que la razón y la conciencia son dominadas por
los impulsos sensuales. Es difícil, y además casi imposible, que
tenga paciencia y dominio propio el que es intemperante en la
alimentación.—
Conducción del Niño, 434 (1890)
.
La carne descontrola y fortalece las bajas pasiones
No debe ponerse carne delante de nuestros hijos. Su influencia
tiende a descontrolar y fortalecer las pasiones inferiores, y tiende
a amortiguar las facultades morales. Los cereales y las frutas, pre-
parados sin grasa y en forma tan natural como sea posible, deben
ser el alimento destinado a todos aquellos que aseveran estar prepa-
rándose para ser trasladados al cielo. Cuanto menos excitante sea
nuestra alimentación, tanto más fácil será dominar las pasiones. La
complacencia del gusto no debe ser consultada sin tener en cuenta
la salud física, intelectual o moral.—
Joyas de los Testimonios 2:259
(1869)
.
Mate la tentación
Las pasiones inferiores tienen su sede en el cuerpo y obran
por su medio. Las palabras “carne”, “carnal”, o “concupiscencias
carnales” abarcan la naturaleza inferior y corrupta; por sí misma
la carne no puede obrar contra la voluntad de Dios. Se nos ordena
que crucifiquemos la carne, con los afectos y las concupiscencias.
¿Cómo lo haremos? ¿Infligiremos dolor al cuerpo? No, pero daremos
muerte a la tentación a pecar.
Debe expulsarse el pensamiento corrompido. Todo intento de-
be someterse al cautiverio de Jesucristo. Todas las propensiones
pecaminosas deben sujetarse a las facultades superiores del alma.
El amor de Dios ha de reinar supremo; Cristo tiene que ocupar un
trono indiviso. Nuestros cuerpos deben ser considerados como su
posesión adquirida. Los miembros del cuerpo han de llegar a ser los
instrumentos de la justicia.—
El hogar adventista, 112 (1894)
.