Página 202 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
En este tiempo ha de darse el mensaje de Laodicea a fin de des-
pertar a una iglesia somnolenta. Que el pensamiento de la brevedad
del tiempo os estimule a un esfuerzo ferviente e incansable. Recor-
dad que Satanás ha descendido con gran poder para trabajar con
todo engaño de iniquidad en los que se pierden.
Durante años se ha instruido a nuestros médicos para que crean
que no deben expresar opiniones que difieran de las de su jefe
¡Ojalá hubieran quebrantado ese yugo! ¡Ojalá hubieran llamado al
pecado por el nombre que tiene! Entonces no habrían sido consi-
derados en las cortes celestiales como hombres que, aunque llevan
pesadas responsabilidades, han fallado en hablar la verdad, en repro-
char aquello que significa desobediencia a la Palabra de Dios.
Médicos, ¿habéis estado ocupados en los negocios del Maestro
al escuchar interpretaciones fantásticas y espiritualistas de las Es-
crituras, interpretaciones que socavan los fundamentos de nuestra
fe, y habéis quedado en paz? Dice Dios: “Tampoco estaré más con
vosotros, a menos que despertéis y vindiquéis a vuestro Redentor”.
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Engaños que socavan las columnas
Mi mensaje para vosotros es: No consintáis más en escuchar la
perversión de la verdad sin protestar. Desenmascarad los atrevidos
engaños que, una vez recibidos, inducirán a los ministros, a los mé-
dicos y a los que hacen obra médico-misionera a ignorar la verdad.
Cada uno ha de mantenerse ahora en guardia. Dios exhorta a los
hombres y mujeres a que ocupen su lugar bajo la bandera ensan-
grentada del príncipe Emanuel. Se me ha instruido que amoneste a
nuestro pueblo, porque muchos están en peligro de recibir teorías y
engaños que socavan las columnas fundamentales de la fe.
A veces nuestros médicos hablan durante horas, cuando están
cansados y perplejos, y no están en condiciones propicias para ha-
blar. Los que se ocupan de obra médico-misionera debieran rehusar
las largas conversaciones nocturnas. Ellas han sido oportunidades
cuando Satanás, con su engañosa influencia, ha despojado a uno y
luego a otro de la fe que una vez fue dada a los santos. De una men-
te que está influida por el gran engañador, con frecuencia irradian
Se hace aquí referencia al Dr. J. H. Kellogg, médico director por muchos años del
Sanatorio de Battle Creek.—
Los compiladores
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