Página 298 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Capítulo 43—Cristo, el dador de la vid
Cristo, Creador y Dados de la Vida
“EN EL principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas
por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las
tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”.
Juan 1:1-5
. El mundo no vio a la divinidad en el humilde Varón de
Nazaret. El unigénito Hijo del Dios infinito estuvo en el mundo, y
los hombres no lo conocieron en su verdadero carácter.
“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.
Juan
1:4
. No se especifica aquí la vida física, sino la inmortalidad, la
vida que es exclusivamente la propiedad de Dios. El Verbo, que
estaba con Dios y que era Dios, tenía esta vida. La vida física es algo
que recibe cada individuo. No es eterna ni inmortal, pues la toma
de nuevo Dios, el Dador de la vida. El hombre no tiene dominio
sobre su vida. Pero la vida de Cristo no era prestada. Nadie podía
quitársela. “Yo de mí mismo la pongo” (
Juan 10:18
), dijo él. En
él estaba la vida, original, no prestada, no derivada. Esa vida no es
inherente en el hombre. Puede poseerla sólo mediante Cristo. No
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puede ganarla; le es dada como un don gratuito si cree en Cristo
como su Salvador personal. “Esta es la vida eterna: que te conozcan
a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.
Juan 17:3
. Esta es la fuente de vida abierta para el mundo.
Exhortando a Timoteo, dice Pablo: “Mas tú, oh hombre de Dios,
huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la
paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa
mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo
hecho la buena profesión delante de muchos testigos. Te mando
delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo,
que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato,
Este Artículo Apareció en
The Signs Of The Times, 8 de abril de 1897
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