Página 334 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

Basic HTML Version

330
Mensajes Selectos Tomo 1
comprendéis vuestra necesidad, y si pedís con fe, recibiréis. El
Señor ha empeñado su palabra, y ésta no puede fallar. El que sintáis
y reconozcáis que sois pecadores es suficiente argumento para pedir
la misericordia y compasión divinas. La condición para que podáis
ir a Dios no es que seáis santos, sino que pidáis a Dios que os limpie
de todo pecado y os purifique de toda iniquidad. Entonces, ¿por qué
esperar más? ¿Por qué no aceptar literalmente la promesa de Dios y
decir:
“Mi ser entero dóytelo:
¡no puedo más, Señor!”?
Si Satanás se presenta para proyectar su sombra entre vosotros y
Dios, y os acusa de pecados, y os tienta a desconfiar de Dios y dudar
de su misericordia, decid: No puedo permitir que mis debilidades se
interpongan entre mí y Dios, porque él es mi fortaleza. Mis pecados,
que son muchos, son puestos sobre Jesús, mi divino Sustituto y
Sacrificio.
“Nada traigo en mis manos.
Sólo de tu cruz me aferro”
Nadie puede mirarse a sí mismo y encontrar algo en su carácter
[391]
que lo recomiende ante Dios o haga segura su aceptación. Sólo
mediante Jesús, a quien el Padre dio por la vida del mundo, puede
encontrar acceso a Dios el pecador. Sólo Jesús es nuestro Redentor,
nuestro Abogado y Mediador. Nuestra única esperanza de perdón,
paz y justicia está en él. En virtud de la sangre de Cristo, el alma
herida de pecado puede ser restaurada a la salud. Cristo es la fragan-
cia, el incienso santo que hace aceptables nuestras peticiones ante el
Padre. Por lo tanto, podéis decir:
“Tal como soy de pecador,
sin otra fianza que tu amor,
a tu llamada vengo a ti,
Cordero de Dios, heme aquí”.
La Sra. de White cita aquí un himno que no tiene equivalente exacto en castellano,
por lo que hemos traducido sus palabras.
N. del T
.