Página 457 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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La necesidad de la iglesi
Aunque el mundo necesita simpatía, aunque necesita las oracio-
nes y la ayuda de Dios, aunque necesita ver a Cristo en la vida de
los que le siguen, los hijos de Dios necesitan igualmente oportuni-
dades que atraigan sus simpatías, den eficiencia a sus oraciones y
desarrollen en ellos un carácter semejante al modelo divino.
Para proveer estas oportunidades, Dios colocó entre nosotros a
los pobres, los infortunados, los enfermos y los dolientes. Son el
legado de Cristo a su iglesia, y han de ser cuidados como él los
cuidaría. De esta manera, Dios elimina la escoria y purifica el oro,
dándonos la cultura del corazón y el carácter que necesitamos.
El Señor podría llevar a cabo su obra sin nuestra cooperación.
No depende de nosotros por nuestro dinero, nuestro tiempo, nuestro
trabajo. Pero la iglesia es muy preciosa a su vista. Es el estuche que
contiene sus joyas, el aprisco que encierra su rebaño, y él anhela
verla sin mancha, tacha ni cosa semejante. El siente por ella anhelos
de amor indecible. Esta es la razón por la cual nos ha dado oportuni-
dades de trabajar para él, y acepta nuestras labores como prueba de
nuestro amor y lealtad.
Al poner entre nosotros los pobres y los dolientes, el Señor nos
prueba para revelarnos lo que hay en nuestro corazón. No podemos
apartarnos impunemente de los principios, no podemos violar la
justicia, no podemos descuidar la misericordia. Cuando vemos a
un hermano que cae, no debemos pasar al otro lado, sino hacer
esfuerzos decididos e inmediatos para cumplir la Palabra de Dios y
ayudarle. No podemos obrar en forma contraria a las instrucciones
especiales de Dios sin que el resultado de nuestra obra se refleje en
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nosotros mismos. Debe arraigarse firmemente en la conciencia que
cualquier cosa que deshonre a Dios en nuestra conducta no puede
beneficiarnos.
Debe ser escrito en la conciencia, como con buril de acero en una
roca, que el que desprecia la misericordia, la compasión y la justicia,
Testimonios para la Iglesia 6:261-268 (1900)
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