Página 474 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
Han de recibir la invitación: “Venid.” Aunque se sientan indignos, el
Señor dice: “Fuérzalos a entrar.” No escuchéis excusa alguna. Con
amor y bondad, asíos de ellos.
“Mas vosotros, oh amados, edificándoos sobre vuestra santísima
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fe, orando por el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios,
esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, para vida
eterna. Y recibid a los unos en piedad, discerniendo: mas haced
salvos a los otros por temor, arrebatándolos del fuego.”
Judas 20-
23
. Haced sentir a las conciencias los terribles resultados de la
transgresión de la ley de Dios. Demostrad que no es Dios quien
causa el dolor y el sufrimiento, sino que el hombre, por su propia
ignorancia y pecado, atrajo esta condición sobre sí mismo.
Esta obra, debidamente realizada, salvará a muchos pobres pe-
cadores que han sido descuidados por las iglesias. Muchos que no
pertenecen a nuestra fe están anhelando la ayuda que los cristianos
tienen el deber de darles. Si el pueblo de Dios quisiera manifestar
verdadero interés en sus vecinos, muchos serían alcanzados por las
verdades especiales para este tiempo. Nada puede dar tanto carácter
a la obra como el ayudar a la gente donde está. Miles podrían estar
regocijándose hoy en el mensaje, si los que aseveran amar a Dios y
guardar sus mandamientos hubiesen querido trabajar como Cristo
trabajó.
Cuando la obra misionera médica conduzca así a hombres y
mujeres a un conocimiento salvador de Cristo y su verdad, se podrá
invertir sin peligro dinero y fervientes labores en ella; porque será
una obra perdurable.
* * * * *
Dios hizo sacrificios asombrosos para los seres humanos. Dedicó
gran energía a recobrar al hombre de la transgresión y el pecado y
hacerlo volver a la lealtad y a la obediencia, pero se me ha mostrado
que no hace nada sin la cooperación de los agentes humanos. Nos
ha provisto generosamente con su gracia, poder y eficiencia. Ha
presentado los motivos más poderosos para despertar y mantener
vivo el espíritu misionero en el corazón humano, para que puedan
combinarse los esfuerzos de los agentes divinos con los humanos
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Testimonios para la Iglesia 8:54 (1904)
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