Página 520 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Joyas de los Testimonios 2
paciente en el bien hacer, debéis colaborar con Dios. Consideraos
siervos y jornaleros de Dios. Sed diligentes en vuestra obra un día
tras otro, y cuidad de no hacer sendas torcidas para vuestros pies, no
sea que los cojos sean desviados de la senda de rectitud por vuestras
equivocaciones
Todo maestro de la escuela sabática debe seguir a Cristo, y los
que no se han identificado como discípulos de Cristo ni demuestran
por una vida consecuente que son cristianos, no deben ser invitados
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a ser maestros en la escuela sabática, porque necesitan que primero
alguien les enseñe los principios fundamentales del amor y el temor
de Dios. “Sin mí—dice Cristo—nada podéis hacer.”
Juan 15:5
.
Qué valor tendría la enseñanza del que no conoce por experiencia
personal el poder de Cristo? Sería una gran inconsecuencia instar al
tal a encargarse de una clase en la escuela sabática, pero es aun peor
permitir que una clase esté bajo la influencia de un maestro cuya
indumentaria y conducta niegan al Salvador a quien profesa servir.
Los que enseñan en la escuela sabática deben tener un corazón
vivificado y vigorizado por la verdad de Dios, no siendo oidores
solamente, sino también hacedores de la Palabra. Deben ser alimen-
tados en Cristo, como las ramas se nutren de la vid. Los rocíos de
la gracia celestial deben caer sobre ellos, a fin de que sus corazones
sean como plantas preciosas, cuyos pimpollos se abren y expanden y
despiden agradable fragancia, como flores en el jardín de Dios. Los
maestros deben ser estudiantes diligentes de la Palabra de Dios, y
deben revelar siempre el hecho de que están aprendiendo lecciones
diarias en la escuela de Cristo, y pueden comunicar a otros la luz
que recibieron del que es el gran Maestro, la Luz del mundo.
Los maestros deben sentir su responsabilidad y hacer uso de toda
oportunidad para progresar, a fin de prestar el mejor servicio posible
de una manera que resulte en la salvación de las almas
Dios ha dado a un obrero tanto como a otro el don del raciocinio
y el intelecto; y según vuestra capacidad debéis entregar vuestros
talentos a los banqueros. El Señor no quiere que algún obrero sea
la simple sombra de otro a quien admira. El maestro debe crecer a
la medida de la estatura de Cristo, no a la medida de algún mortal
Ibid. 13
.
Ibid. 93, 94
.