Página 59 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Miremos a Jesú
MUCHOS cometen un grave error en su vida religiosa al mante-
ner la atención fija en sus sentimientos para juzgar si progresan o
si declinan. Los sentimientos no son un criterio seguro. No hemos
de buscar en nuestro interior la evidencia de nuestra aceptación por
Dios. No encontraremos allí otra cosa que motivos de desaliento.
Nuestra única esperanza consiste en mirar a Jesús, “autor y consu-
mador de nuestra fe.”
Hebreos 12:2 (VM)
. En él está todo lo que
puede inspirarnos esperanza, fe y valor. El es nuestra justicia, nuestro
consuelo y regocijo.
Los que buscan consuelo en su interior se cansarán y desilusiona-
rán. El sentimiento de nuestra debilidad e indignidad debe inducirnos
a invocar con humildad de corazón el sacrificio expiatorio de Cristo.
Al confiar en sus méritos, hallaremos descanso, paz y gozo. El salva
hasta lo sumo a todos los que se allegan a Dios por él.
Necesitamos confiar en Jesús diariamente, a cada hora. Nos ha
prometido que según sea el día, será nuestra fuerza. Por su gracia
podremos soportar todas las cargas del momento presente y cumplir
sus deberes. Pero muchos se abaten anticipando las dificultades futu-
ras. Están constantemente tratando de imponer las cargas de mañana
al día de hoy. Así muchas de sus pruebas son imaginarias. Para los
tales, Jesús no hizo provisión. Prometió gracia únicamente para el
día. Nos ordena que no carguemos con los cuidados y dificultades
de mañana; porque “basta al día su afán.”
Mateo 6:34
.
La costumbre de meditar en males anticipados es imprudente
y nada cristiana. Siguiéndola, dejamos de disfrutar las bendicio-
nes y de aprovechar las oportunidades presentes. El Señor requiere
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de nosotros que cumplamos los deberes de hoy, y soportemos sus
pruebas. Hemos de velar hoy para no ofender ni en palabras ni en
hechos. Debemos alabar y honrar a Dios hoy. Por el ejercicio de una
fe viva hoy, hemos de vencer al enemigo. Debemos buscar a Dios
hoy, y estar resueltos a no permanecer satisfechos sin su presencia.
Testimonios para la Iglesia 5:199-202 (1882)
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