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La ira
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miembros de su propia familia. No permitamos que nuestras accio-
nes y palabras sean de tal naturaleza que provoquen a ira a nuestros
hijos. Deben ser fielmente disciplinados y corregidos cuando hacen
algo malo, pero no lo hagamos nunca cuando estemos enojados.—
Manuscrito 47, 1908
.
Un padre cede a la ira delante de su hijo, y después se pregunta
por qué es tan difícil controlarlo. Pero, ¿qué podría esperar? Los
niños están ahí para imitar, y no hacen sino poner en práctica las
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lecciones que les enseñaron sus padres mediante sus explosiones de
ira [...].
Usted puede haberse visto obligado a castigar físicamente a su
hijo. Esto a veces es esencial. Pero nunca lo castigue cuando está
enojado. Corregirlo de esa manera equivale a cometer dos errores al
tratar de reparar uno. Postergue el castigo hasta que haya hablado
con usted mismo y con Dios. Pregúntese: ¿He sometido mi voluntad
a la de Dios? ¿Estoy dispuesto a que él me controle? Pídale perdón
a Dios por transmitirle a su hijo una actitud tan difícil de manejar.
Pídale que le dé sabiduría para tratar con su hijo descarriado de
manera que pueda acercarlo a usted y a su Padre celestial.—
The
Review and Herald, 8 de julio de 1902
.
Las emociones violentas ponen la vida en peligro
Ceder a las emociones violentas pone en peligro la vida. Mu-
chos mueren víctimas de una explosión de rabia y pasión. Muchos
se adiestran para caer en esas explosiones. Lo podrían impedir si
quisieran, pero eso requiere fuerza de voluntad para contrarrestar
una conducta equivocada. Todo esto debe ser parte de la educación
que recibimos en la escuela, porque somos propiedad de Dios. El
sagrado templo de nuestro cuerpo debe mantenerse puro y sin conta-
minación, para que el Espíritu Santo de Dios more en él.—
Nuestra
Elavada Vocacion, 267 (1897)
.
Cada explosión de ira da su fruto
Hay mucha gente sin dominio propio; no han puesto freno a su
genio ni a su lengua; y algunos de los tales pretenden ser seguidores
de Cristo, pero no lo son. Jesús no les dio tal ejemplo [...]. Son